Como le sucedió a muchos de sus compañeros de elenco, Emilia Clarke le debe mucho a Game of Thrones. La popular épica de espadas y fantasía producida por HBO fue un rotundo éxito, que convirtió en estrellas internacionales a varios de sus protagonistas. Nombres casi desconocidos, como Kit Harington, Maisie Williams, Sophie Turner o Peter Dinklage, se consolidaron como caras muy populares, y así comenzó para ellos una prolífica carrera en cine y televisión. Y Emilia Clarke, que en la piel de Khaleesi se convirtió en una de las protagonistas más importantes de la saga, tuvo también un meteórico ascenso, aunque eso no le evitó atravesar un difícil momento personal.
A lo largo de la filmación de Game of Thrones, que se prolongó desde 2011 hasta 2019, Clarke sufrió dos aneurismas, el primero en 2011, y el segundo en 2013. En ambas oportunidades, su recuperación necesitó de un largo período de tiempo y rehabilitación debido a que, en sus propias palabras, “perdió un poco de cerebro” a causa de eso. Y en una nota con la revista Big Issue, Clarke habló los temores que surgieron a partir de su cuadro de salud.
“Cuando tenés una herida cerebral, debido a que eso altera tu percepción de vos mismo a niveles dramáticos, todas las inseguridades que tenía sobre mi trabajo se cuadruplicaron de la noche a la mañana”, confesó la actriz, que luego detalló: “El primer miedo que tuve fue pensar si me iban a despedir, porque pensaban que no iba a ser capaz de completar mi trabajo”.
En otro tramo de la nota, Clarke confesó que frente a la gran presión que le suponía formar parte de Game of Thrones, temía que eso detonara un tercer aneurisma, y que llegó a concluir: “Bueno, si me voy a morir, que sea en televisión”. En un fragmento de la charla, Emilia también resaltó: “Tener una condición crónica que disminuye tu confianza en aquello que sentís que es tu razón de vivir, te debilita y te aleja. Una de las peores cosas que sentí con los aneurismas, fue una profunda soledad, y eso es lo que estamos tratando de superar”.
En una nota en 2022, la intérprete dijo que los aneurismas le significaron “el dolor más insoportable” que sufrió en la vida. “Hay una parte de mi cerebro que ya no es utilizable, es asombroso que hoy sea capaz de hablar, a veces articuladamente, y vivir mi vida completamente normal sin absolutamente ninguna repercusión”, declaró. “Soy parte de la muy, muy, muy pequeña minoría de personas que pueden sobrevivir a eso”, agregó y aseguró que hoy está bien.
La estrella de Games of Thrones también recordó la primera vez que vio imágenes de su cerebro luego de los aneurismas. “Falta una gran parte, lo que siempre me hace reír”, dijo. “Los accidentes cerebrovasculares, básicamente, ocurren cuando una parte de tu cerebro no recibe sangre durante un segundo, y desaparece. La sangre encuentra una ruta diferente para desplazarse, y eso hace que la parte a la que le faltó desaparezca”.
En 2019, Emilia escribió en un ensayo publicado por The New Yorker su dura experiencia mientras rodaba la serie de HBO. “En el set no cometí ningún error, pero fue difícil. La temporada dos sería la peor para mí. No sabía lo que estaba haciendo Daenerys. Si soy honesta, cada minuto de cada día pensé que me iba a morir”, aseguraba. En ese texto, la actriz relataba cómo fue que un tiempo después de terminar de grabar la primera temporada de la serie y mientras se preparaba para la gira para promocionarla, sufrió un doloroso colapso en el gimnasio. Rápidamente descubrieron que tenía una hemorragia cerebral que debía ser operada de inmediato. Se trataba de un tipo de aneurisma que lleva a la muerte a un tercio de los pacientes que lo sufrían, aun si la operación, como sucedió en su caso, resultó exitosa.
Después de atravesar este susto, Clarke decidió crear una fundación para ayudar a personas que han tenido heridas cerebrales o han sido víctimas de accidentes. SameYou nació luego de que ella misma pudiese dejar atrás sus propios problemas médicos y a aceptara su actual estado de salud. “Pensé: ‘bueno, esto es lo que eres. Este es el cerebro que tienes’. Así que no tiene sentido devanarse los sesos continuamente sobre que podría no estar ahí”, dijo Clarke.
LA NACION