TEHERÁN.- Los iraníes votaron este viernes en unas elecciones presidenciales sin un claro favorito y con solo un candidato reformista que espera sacudir la preeminencia del campo conservador. Cerca de 61 millones de iraníes están llamados a votar en los 58.640 colegios electorales repartidos por todo el país, desde el mar Caspio en el norte hasta el Golfo, en el sur.
La elección, inicialmente prevista en 2025, fue organizada en cuestión de semanas tras la trágica muerte el 19 de mayo en un accidente de helicóptero del presidente Ebrahim Raisi.
Los comicios son muy seguidos en el extranjero porque Irán, un peso pesado en Medio Oriente, está en el centro de varias crisis, desde la guerra en Gaza hasta la cuestión de su programa nuclear.
Siguiendo la tradición, el líder supremo, el ayatollah Ali Khamenei, el cargo más importante en la estructura política y religiosa de la República Islámica, fue uno de los primeros en votar frente a las cámaras en un centro en Teherán.
”El día de las elecciones es un día de alegría y felicidad para nosotros, los iraníes”, dijo. “Recomendamos a nuestro querido pueblo que se tome en serio la votación y participe en ella. No veo ninguna razón para dudar”, agregó.
Cuatro candidatos, todos hombres de más de cincuenta años, están en liza, después de que otros dos aspirantes, ultraconservadores, se retiraran la víspera de la contienda.
Si ninguno de los candidatos logra más de la mitad de los votos, se celebrará una segunda vuelta el 5 de julio, algo que solo ocurrió una vez, en 2005, desde que se fundó la República Islámica, hace 45 años.Los resultados oficiales se esperan para el domingo, pero el sábado se publicarán las primeras estimaciones.
Aunque todos los candidatos prometieron reactivar la decaída economía, los votantes ven pocas perspectivas de alivio de la presión sobre el costo de la vida si no se pone fin a las sanciones y se reduce el aislamiento internacional de Irán.
La lucha diaria de los iraníes de a pie por llegar a fin de mes es un reto constante para los clérigos que gobiernan Irán, que temen un resurgimiento de las protestas que han estallado periódicamente por parte de las comunidades de ingresos bajos y medios, enfadadas por las penurias que soportan.
El restablecimiento de las sanciones de Estados Unidos en 2018 golpeó las exportaciones de petróleo de Irán, recortando los ingresos del Estado y obligándolo a tomar medidas impopulares como aumentar los impuestos y registrar grandes déficits presupuestarios, políticas que han mantenido la inflación anual cerca del 40%. Aunque el país ha evitado un colapso económico total, gracias sobre todo a las exportaciones de petróleo a China y a la subida de los precios del crudo, las exportaciones de petróleo siguen por debajo de sus niveles anteriores a 2018.
La campaña arrancó sin entusiasmo pero ha resultado más disputada que la de 2021, gracias a la candidatura del reformista Masud Pezeshkian, que figura entre los tres favoritos. Por primera vez desde 2005 podría haber una segunda vuelta para definir al vencedor.
Pezeshkian recibió este miércoles el apoyo del expresidente moderado Hasan Rohani (2013-2021).”Pido a quienes quieran moderación y relaciones constructivas con el mundo votar por el doctor Masud Pezeshkian”, declaró Rohani en un video difundido en el último día de campaña.
Sus dos principales rivales son el presidente conservador del parlamento, Mohammad Bagher Ghalibaf, y Said Jalili, el exnegociador ultraconservador del programa nuclear iraní.
Para poder tener opciones de ganar, Masud Pezeshkian necesita que haya una fuerte participación, contrariamente a la presidencial de 2021, en la que hubo una abstención récord del 51% y en la que no fue autorizado a competir ningún candidato reformista o moderado.
El martes, el guía supremo, el ayatollah Alí Khamenei, llamó precisamente a los iraníes a una “participación elevada” en los comicios.
”No voy a votar”, porque “gane quien gane, para el pueblo no va a cambiar nada”, comentó sin embargo a la prensa Neda, una ingeniera de Teherán. Jaleh, una ama de casa de 60 años, dijo por su lado que está lista para “votar este año”, un “deber” en un momento en el que hay “tantas cosas” que solucionar, “como el desempleo o la pobreza”.
Para Ali Vaez, experto de Irán en el International Crisis Group, el futuro presidente tendrá que afrontar “el desafío” del foso abierto entre el Estado y la sociedad. Según él, por el momento ninguno de los candidatos “ha presentado un plan concreto para resolver los problemas”.
El reformista Pezeshkian, de 69 años, padre de familia y viudo, afirmó que es posible “mejorar” algunos de los problemas que afrontan los 85 millones de iraníes. Pero algunos electores no terminan de mirar con confianza a este médico, que fue únicamente ministro de Sanidad hace dos décadas.
Por el contrario, Mohammad Bagher Ghalibaf es a sus 62 años un viejo conocedor de la política iraní, tras hacer carrera en los Guardianes de la Revolución, el ejército ideológico de la República Islámica.
”Voy a votar a Ghalibaf porque es a la vez un gestor atento y un comandante de los Guardianes”, lo cual es bueno para “la seguridad” del país, explicó Alireza Valadkhani, un consultor de 35 años.
Said Jalili, de 58 años, y que perdió una pierna durante la guerra Irán-Irak en los años 1980, atrae a los partidarios más fervientes de la República islámica, con su posición inflexible frente a los países occidentales.
La cuestión del velo
Por el contrario, Masud Pezeshkian aboga por una política más amable con Estados Unidos y Europa, para lograr el levantamiento de las sanciones adoptadas a raíz del programa nuclear iraní, y que pesan notablemente en la economía del país.
El candidato reformista llama igualmente a resolver la cuestión persistente del velo obligatorio para las mujeres. Esta fue una de las causas del amplio movimiento de protesta que sacudió el país a fines de 2022, tras el fallecimiento en detención de la joven Mahsa Amini, detenida por presuntamente incumplir el estricto código vestimentario impuesto a las mujeres que incluye llevar el velo y ropa “discreta”. ”Hace 40 años que tratamos de controlar el hiyab, pero no hemos hecho más que empeorar la situación”, dijo Pezeshkian.
Durante los tres años de Raisi en el poder, la economía iraní resurgió de una caída en 2018-19 causada por la reimposición de sanciones en 2018 y el crecimiento alcanzó un máximo del 5,7% para el año que finalizó en marzo, según el Centro de Estadísticas de Irán.
Sin embargo, la mayor parte de esta expansión fue impulsada por el sector energético, ya que el país experimentó un aumento del 70% en la producción de petróleo, que ahora ronda los 3,5 millones de barriles por día, con exportaciones de petróleo que superan los 1,4 millones de barriles por día y se dirigen principalmente a China.
Sin los hidrocarburos, el crecimiento de Irán el año pasado habría sido sólo del 3,4% y su balanza comercial habría alcanzado un déficit de 16.800 millones de dólares, según Mohammad Rezvanifar, jefe del servicio de aduanas iraní. La inversión extranjera directa también se ha estancado en 1500 millones de dólares en 2022, según la UNCTAD.
El desempleo ronda el 7,6%, según el Banco Mundial, frente al 9,6% cuando Raisi fue elegido. Sin embargo, muchos empleos formales ofrecen salarios míseros, lo que significa que la cifra real de personas sin un trabajo adecuado para vivir es probablemente muy superior.
Los precios de productos básicos como los lácteos, el arroz y la carne se han disparado en los últimos meses. El precio subvencionado del pan Lavash, el más popular en los hogares iraníes, se disparó al menos un 230% en los últimos tres años, mientras que la carne roja se ha vuelto demasiado cara para muchos, ya que su precio subió un 440%, hasta los 10 dólares por kilo.
El salario mensual de un profesor ronda los 180 dólares y muchos trabajadores de la construcción ganan poco más de 10 dólares al día.
Agencias AFP y Reuters
LA NACION