En la mitad del año salieron a la venta dos nuevos smartphones en la Argentina, que estuve probando: son el Motorola Edge 50 Pro y el Redmi Note 13 Pro+ 5G de Xiaomi. Y me parecen dos ejemplos excelentes de smartphones que no son el tope del mercado (para Motorola es el Edge 50 Ultra; para Xiaomi está el Xiaomi 14 Ultra, por ejemplo; Samsung ofrece la línea Galaxy S24) pero que por precios razonables -para comprarlos en la Argentina- ofrecen un muy buen desempeño.
El Motorola Edge 50 Pro tiene un precio actual de 1.099.999 pesos, y en breve llega su hermano mayor, el Edge 50 Ultra (probablemente a 1,4 o 1,5 millones de pesos); el Redmi Note 13 Pro+ 5G tiene un precio local de $ 1.299.900 y una versión algo más modesta, el Redmi Note 13 Pro 5G (es decir, sin el plus) a $ 1.090.999 (por estos días ambos están con descuento). En nuestro país, lo más cercano que tiene Samsung en el segmento es el Galaxy A54 5G de 256 GB por 939.999 pesos, o un Galaxy S23 FE a 1,2 millones. El precio internacional del Edge 50 Pro ronda los 550 dólares; el Redmi se puede conseguir por bastante menos (US$ 400) pero en el país le juega en contra -en precio- no estar hecho en Tierra del Fuego, por lo que tiene una mayor carga impositiva.
Lo bueno de estos equipos (y está lejos de ser una sorpresa: sucede hace años) es que son buenísimos, y no obligan a gastar una fortuna para tener prestaciones de altísimo nivel. Por supuesto, hay opciones más baratas para cuando el presupuesto aprieta, y también alternativas de otras marcas no tan conocidas en el país.
El Redmi Note 13 Pro+ 5G tiene una nomenclatura difícil de decir en voz alta, pero muy sólidas características técnicas: ofrece una pantalla Amoled de 6,67 pulgadas con marcos muy delgados (y levemente curvos en los laterales largos), con una tasa de refresco a 120 Hz (ideal para ver juegos con movimientos muy fluidos); la pantalla está protegida por Gorilla Glass Victus, es compatible con HDR10+ y Dolby Vision, y tiene una resolución de 2712 x 1220 pixeles; el equipo es resistente al agua y al polvo (IP68; el primero de la familia Redmi Note), y lleva en su interior un chip Mediatek Dimensity 7200 Ultra, 8 GB de RAM, 256 GB de almacenamiento (en otros países se vende con otra configuración) y una batería de 5000 mAh que se puede cargar hasta 120 watts (viene con un cargador de 67 watts en la caja). El combo de cámaras tiene un sensor principal de 200 megapixeles, con estabilización óptica, pixel binning (usa esos 200 MP para combinar 16 pixeles del sensor para cada pixel de la foto resultante; Motorola lo usó en el Edge 30 Ultra), un gran angular de 8 megapixeles, una lente macro y un sensor frontal de 16 megapixeles. También tiene parlantes estéreo, 5G, Wi-Fi 6, GPS, Bluetooth 5.3 y NFC. El Note 13 Pro 5G (más barato) tiene prestaciones muy similares, pero cambia el procesador por un Qualcomm Snapdragon 7s Gen 2, algo más modesto; mantiene el tamaño de la pantalla, que es plana, y suma un conector miniplug (para audio analógico). Usa Android 14.
El Motorola Edge 50 Pro, por su parte, incluye pantalla pOLED de 6,7 pulgadas y 144 Hz de tasa de refresco, protección Gorilla Glass 5 y resolución FullHD+; un chip Snapdragon 7 Gen 3, 12 GB de RAM, 512 GB de almacenamiento, protección IP68, y una batería de 4500 mAh con carga rápida de 125 watts (y 50 watts por carga inalámbrica; el cargador viene en la caja); tiene parlantes estéreo y una cámara principal de 50 megapixeles con estabilización óptica y apertura f/1.4, un gran angular con macro de 12 megapixeles, un zoom 3x con estabilización óptica y una cámara frontal de 50 megapixeles. Tiene 5G, Wi-Fi 6E, GPS, Bluetooth 5.4 y NFC. Usa Android 14.
En términos de tamaño, son casi iguales. El Redmi es apenas más grande, pero sensiblemente más pesado: 161,4 x 74,2 x 8,9 mm y 204,5 gramos, vs los 161,2 x 72,4 x 8,2 mm x 186 gramos del Edge 50 Pro. No es particularmente pesado, pero comparando uno con otro el Edge 50 Pro da más sensación de ser más compacto. Y tiene el agregado de la estética trasera, con la posibilidad de elegir entre el color lavanda o negro, con un acabado símil cuero vegano muy agradable; también venderán una tercera opción (perla de medianoche), hecha de un acetato blanco que le da un aspecto nacarado, que se hace a mano -no hay dos iguales- y que estará disponible en algún momento. El Note 13 Pro+ 5G, en cambio, opta por un polímero trasero que protege toda la parte trasera del equipo, y que puede ser blanco, negro o “aurora púrpura”, que combina un rectángulo lila suave con un celeste, un verde agua y blanco, todos colores muy suaves y, a la vez, muy vistosos.
En ambos casos los teléfonos vienen con una funda protectora, que hace todo lo posible para proteger la carcasa de los golpes sin esconder del todo el diseño elegido, y que también tiene un borde mínimo para separar el teléfono de la mesa cuando lo apoyamos boca abajo, para evitar rayones.
Ambos modelos tienen pantallas con laterales levemente curvos, que hacen que el teléfono se sienta más delgado en la mano, pero que le agregan una zona de reflejo innecesaria donde la pantalla se curva hacia los bordes. Tampoco es tan grave. Ambas pantallas tienen muy buena visibilidad al sol directo, aunque me pareció que el Moto lograba mantener mejor los colores. En ambos casos, igual, en el uso normal las pantallas son muy buenas, con bordes mínimos, excelente reproducción de color y el beneficio de la tasa de refresco para movimientos más fluidos; se puede dejar en automático variable, o forzar a 60 Hz para reducir el impacto en la batería, o alternativamente llevarlo a 120 Hz o 144 Hz para usarlo con la mayor calidad visual posible. Ambos teléfonos tienen sensor de huellas digitales integrado en la pantalla, con muy buen rendimiento. En ambos casos, la pantalla permite también el modo siempre activo (AOD); me gusta más cómo lo resolvió Xiaomi, con muchísimas opciones estéticas para elegir qué se verá cuando tocamos la pantalla bloqueada (la hora, la fecha, un dibujo de fondo, etcétera). De igual manera, el acceso a las notificaciones con la pantalla bloqueada en el Motorola permiten verlas y descartarlas sin desbloquear el teléfono.
Ambos modelos usan Android 14, con sus particularidades: Motorola apostando por los gestos clásicos y un aspecto despojado del equipo, muy fiel al Android de Google, aunque con cada vez más opciones de personalización del equipo; Xiaomi con su panel de notificaciones desdoblado (controles por un lado, notificaciones de apps por otro), una gran flexibilidad visual y la insistencia en instalar algunas aplicaciones que no siempre será agradecida.
En lo que refiere al “motor” de estos teléfonos, el Mediatek Dimensity 7200 Ultra del Redmi Note 13 Pro+ 5G es un chip destinado a la gama media, como el Snapdragon 7 Gen 3 del Edge 50 Pro, y ambos cumplen sin problemas, con una leve ventaja en las pruebas de laboratorio para el Mediatek, pero una conclusión igual para ambos: nadie sentirá que no está usando un teléfono que tiene cuerda para rato: todas las aplicaciones y juegos cargan de inmediato y sin vacilar. Xiaomi permite complementar los 8 GB de la RAM con hasta otros 12 GB que toma del almacenamiento (de 256 GB totales), para agilizar el equipo, como una suerte de memoria intermedia; el Edge 50 Pro va directo por los 12 GB de RAM, que combina con los 512 GB de almacenamiento. Sobre el Wi-Fi, GPS, Bluetooth, NFC o 5G no hay nada que decir, más que el hecho de que todo funcionó en forma esperable -y correcta-, y en ambos casos la calidad de los micrófonos que tomaban las llamadas era muy buena.
El Redmi tiene un diez por ciento más de batería (5000 mAh,c ontra las 4500 mAh del Moto) y ambos tienen carga rápida. La autonomía de ambos equipos es muy buena, aunque obviamente varía según el uso que tenga; pero son teléfonos que suelen llegar al fin del día con buen resto (obviamente, si en el medio metemos una sesión de videojuegos, grabamos mucho video o vemos dos películas al hilo, la batería acusará el impacto).
Donde los equipos más buscan diferenciarse es en las cámaras: en el caso del Edge 50 Pro con un sensor principal de 50 megapixeles con apertura f/1.4 y estabilización óptica; un gran angular de 13 megapíxeles que también sirve de macro, y un zoom 3x con estabilización óptica; la cámara frontal es de 50 megapíxeles, con autofoco y apertura f/1.9. Motorola usa un sensor que sirve tanto para calibrar la luz como para hacer foco usando un láser. La compañía promociona a esta generación de teléfonos Edge con una serie de agregados interesantes, sobre todo porque históricamente la fotografía fue su punto más flaco, algo que comenzó a cambiar seriamente con el Edge 30 Ultra hace dos años, y que ahora dio un salto de calidad notable. Ahora hay muy buen seguimiento de elemento en movimiento, y procesamiento de la imagen con poca luz; también un modo artístico para jugar con exposiciones largas y luces en movimiento (para “dibujar” con la luz, aunque hay que practicar para encontrar la velocidad e iluminación adecuadas) y, en general, un esfuerzo por sumarse en serio a la fotografía computacional, como hacen sus competidores hace tiempo (incluyendo a Xiaomi), con mucho -y muy buen- posprocesamiento de la imagen, que termina en fotos de gran calidad.
Motorola eligió, sabiamente, frenar el zoom híbrido (que combina el óptico 3x con procesamiento digital) en 30x, aunque por encima de 10x el resultado de la foto es una lotería y dependerá mucho de qué estamos fotografiando y cómo (luz, pulso, complejidad del encuadre, etcétera). Pero, sobre, todo, es una cámara que se siente confiable: es posible “calcular” cómo saldrá la foto antes de tomarla (incluso con sus limitaciones), algo fundamental en cualquier cámara.
El Moto Edge 50 Pro es el primer smartphone con una cámara (la principal) certificada por Pantone como capaz de registrar con fidelidad los colores que captura su sensor; también está certificada como Pantone SkinTone Validated, que debería asegurar que el tono de piel de una persona fotografiada estará reflejado fielmente en la imagen resultante (teniendo en cuenta, por supuesto, la iluminación ambiente). Por supuesto, esta habilidad tiene sus límites: cómo se vea la imagen dependerá, también, de la pantalla en la que se reproduzca y de la plataforma (Instagram es célebre por retocar colores, por ejemplo).
En el caso del Redmi Note 13 Pro+ 5G (y del Pro a secas) la elección de cámaras es diferente: un sensor principal de 200 megapixeles con apertura f/1.7 y estabilización óptica (un sensor que ya usó en otros modelos), con un gran angular de 8 megapixeles y un macro de 2 megapixeles. Este modelo no tiene zoom óptico, pero usa la altísima resolución del sensor principal para ofrecer acercamientos de 2 o 4 aumentos con excelente calidad, y la posibilidad de llegar a 10x en forma manual; también, la posibilidad de hacer una foto de 200 megapixeles -es decir, sin pixel binning- para luego hacer un recorte de la imagen. No encontré grandes diferencias entre uno y otro método. Sí se aprecia el trabajo que Xiaomi viene haciendo en el procesamiento de imágenes: ese 2x o 4x digitales que logra tiene una calidad similar al zoom óptico de Motorola.
Salvo que tenga necesidad de alguna función particular (o busque cierta satisfacción interior de saber que cuenta con “lo mejor posible”), cualquier persona va a estar más que contenta con ambos equipos; pero me parece que se nota un poco más -sobre todo, desde lo estético, y de algunas funciones de la cámara- que para Motorola el Edge 50 Pro es uno de los tope de gama de la compañía (detrás del Edge 50 Ultra y del plegable Razr 50 Ultra), mientras que para Xiaomi los Redmi Note 13 Pro y Pro+, si bien pertenecen a su familia de equipos más popular, tienen otro objetivo, y dejan a la familia Xiaomi 14 -por ejemplo- luchar por los primeros puestos (y en otros mercados están en otro segmento de precios más bajo). En ambos casos, no obstante, se trata de dos alternativas muy buenas para quienes quieran un smartphone que se sienta de primera línea, que entregue una experiencia de uso sólida por donde se la mire, y cuyo precio no sea tan alto.