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Milei se posiciona como referente regional del anti chavismo y el peronismo queda en posición incómoda

Era previsible: en su estrategia de redoblar la apuesta y acusar a quienes cuestionan la legitimidad del resultado electoral, el presidente venezolano Nicolás Maduro extrema la confrontación contra «la derecha latinoamericana».

En esa categoría ya no sólo entran líderes ya desde hace tiempo enemistados con Maduro, como Javier Milei y el salvadoreño Nayib Bukele sino que, ahora, también se cuentan izquierdistas de línea tradicional como el chileno Gabriel Boric, que se negó a reconocer la victoria chavista.

En consecuencia, los países que habían firmado un documento alertando sobre posibles irregularidades están al borde de la ruptura diplomática, después de que los embajadores fueran expulsados de Caracas, alegando una injerencia indebida en los asuntos internos venezolanos.

Además, tal como lo anunció el canciller venezolano Yvan Gil, pidió el «retiro de todo su personal diplomático de las misiones de Argentina, Chile, Costa Rica, Perú, Panamá, República Dominicana y Uruguay».

La decisión de retirar todo su personal diplomático de Argentina afectará la vida de miles de venezolanos que viven en el país: se estima que actualmente residen en Argentina más de 220 mil.

Al mismo tiempo, Maduro amplió su rango de villanos a otras figuras de alto perfil internacional, como Elon Musk, a quien acusó de difundir noticias falsas en la red social X (ex Twitter).

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Milei se erige como referente regional del anti chavismo y el peronismo queda en posición incómoda

Por cierto, durante toda la jornada post electoral, en esa red circularon videos de manifestaciones opositoras donde se repudió el resultado electoral oficial y donde se atacaron estatuas, muros propagandísticos y símbolos varios del régimen chavista.

En ese estado de tensión, la situación más incómoda es la de los tres gobiernos latinoamericanos que han mantenido un relativo apoyo a Maduro, y que ahora deben pronunciarse sobre la elección. Se trata del brasileño Lula Da Silva, del colombiano Gustavo Petro y del mexicano Andrés Manuel López Obrador.

En las últimas horas se especuló con un posible comunicado conjunto de los tres países, en el que se evite cualquier reconocimiento a la reelección de Maduro y se exija un recuento de los votos en condiciones de transparencia. La cancillería brasileña instruyó especialmente a la embajadora en Caracas de abstenerse de participar en actos oficiales convocados por Maduro.

Trascendió que Lula, quien días atrás había advertido públicamente a Maduro que respetara el resultado electoral, está disgustado por la opacidad del proceso electoral y por la actitud del presidente venezolano. Mientras tanto, el asesor especial de Lula para temas internacionales, Celso Amorim, viajó a Venezuela, donde se entrevistará con los dirigentes de la oposición.

La visión de los analistas internacionales es que la postura que adopten Brasil, México y Colombia será determinante para la suerte del régimen chavista. Si la principal potencia latinoamericana retira su apoyo, entonces el aislamiento de Maduro será casi total en la región.

Y esa situación de aislamiento y falta de reconocimiento regional facilitaría un incremento de la presión estadounidense sobre el gobierno de Caracas, con la posibilidad de nuevas sanciones económicas que afecten a la exportación petrolera, la principal fuente de divisas del país y principal sostén económico del régimen chavista.

La comodidad de Milei

Hay, en medio de esa situación, un político latinoamericano que está viviendo la situación con la sensación de que es el principal beneficiario de la crisis: Javier Milei.

El presidente argentino se erigió en el principal enemigo de Maduro, y no sólo porque él haya sido el más ácido en sus críticas al chavismo, sino porque el propio venezolano lo eligió como personaje con quien confrontar.

Milei fue elegido por Maduro como blanco de las críticas en el primer discurso que dio ante la militancia chavista tras la lectura de los resultados oficiales en la madrugada del lunes. Lo calificó como el líder de la «derecha nazifascista latinoamericana».

«Milei, no me aguantas un round, bicho cobarde, ¡Venezuela dijo no al nazifascista de Milei!», fue la frase con la que Maduro respondió a las tempranas acusaciones de fraude hechas por el argentino.

Milei ya figuraba como uno de los aliados de la dirigente opositora Corina Machado, quien dos días antes del comicio le agradeció públicamente su apoyo. La proscripta dirigente llegó a declarar que Milei había sido su inspiración para liderar un movimiento «libertario» venezolano.

El presidente argentino dejó en claro que estaba dispuesto a asumir un rol protagónico en la confrontación con Maduro: primero ordenó a la canciller Diana Mondino a que instara al líder chavista a reconocer la derrota, y luego él mismo escribió un tuit bajo el título «Dictador Maduro, afuera», en el que avisaba que no reconocería una reelección de Maduro.

Desde el punto de vista diplomático, esas declaraciones no tienen una doble interpretación: son la antesala de una ruptura de relaciones.

El intercambio de agravios continuó toda la jornada del lunes. Milei grabo un video dedicado al «heroico pueblo venezolano», en el que calificó la reelección de Maduro como «una victoria pírrica», alentó a los opositores a no abandona la protesta en las calles y pronosticó una caída del sistema socialista.

Luego, en un tuit, reafirmó su vocación de liderar la postura de aislamiento internacional : «No reconocemos el fraude, llamamos a la comunidad internacional a unirse para restaurar el estado de derecho en Venezuela», escribió.

Maduro, aprovechando la presencia de argentinos afines en Caracas, entonó el cántico «Atención, atención, Maduro te saludan los soldados de Perón» y volvió a definirse como «peronista y evitista». Además, vaticinó un rápido final para el gobierno de Milei.

Un peronismo con fisura

El presidente argentino dejó en claro que, lejos de molestarle, ese antagonismo lo hacen sentir cómodo. «Los insultos del dictador Maduro para mí son halagos», escribió en las redes sociales.

Y confirmó, además, que el tema Venezuela le resulta redituable en la pelea política doméstica, porque dijo que los epítetos del venezolano son los mismos de «muchos periodistas ‘bienpensantes’ de la Argentina cuya posición endeble permite que las atrocidades de Maduro sean legitimadas».

A esa altura, la incomodidad del peronismo ya resultaba inocultable, como también una incipiente fisura entre el ala más volcada a la izquierda, simpatizante con Cristina Kirchner, y el peronismo de cuño más tradicional. El primero mantiene una defensa del chavismo mientras que el segundo está tomando distancia.

En el segundo grupo figuran dirigentes como Guillermo Moreno, Facundo Moyano, ex funcionarios de Alberto Fernández y veteranos del gobierno de Carlos Menem.

Moyano fue particularmente duro con una respuesta a Maduro, en la que dice que los verdaderos peronistas «estamos decepcionados porque en Argentina el pseudo progresismo transformó nuestro movimiento en un populismo de izquierda que desde hace 10 años no deja de fracasar ni de perder elecciones».

También un ex ministro del gobierno del Frente de Todos, como Matías Kulfas, salió a responder que «el peronismo, cuando le tocó perder, entregó el poder o perdió la mayoría parlamentaria sin chistar, respetando siempre la voluntad popular»

Mientras ese tipo de mensajes se multiplicaba en las redes, llamaba la atención el silencio de dirigentes de alto perfil, como Cristina Kirchner, Sergio Massa y Juan Grabois.

Como le ocurre a toda la izquierda latinoamericana, el saludo de Maduro se transformó en uno de los peores favores políticos. Y plantea una disyuntiva incómoda: si se reconoce a Maduro, se arriesga la acusación de antidemocrático; pero si se lo rechaza, el peligro es el de hacerle una concesión involuntaria a Milei.

Para el presidente argentino, en cambio, la situación es «win-win»: ya sea que Maduro se consolide en el poder o que pierda apoyo, su postura le traerá réditos tanto a nivel externo como interno.

Y, desde ya, le permitirá compensar por decisiones diplomáticas que le habían valido críticas incluso desde su espacio, como el apoyo a Jair Bolsonaro, al salvadoreño Nayib Bukele o al partido de la ultraderecha española Vox -algo que le costó la pelea con el presidente Pedro Sánchez-.

Ahora, en cambio, su anti-chavismo le está rindiendo frutos. Todo indica que, en las próximas horas, esa confrontación no hará más que agravarse: tanto Milei como Maduro están convencidos de que esa pelea les resulta conveniente.

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