El derrumbe de los mercados amenaza con poner en pausa las posibilidades de la Argentina de empezar a salir de una prolongada recesión y enciende alertas sobre cuatros variables claves: el dólar, las reservas, el impacto del régimen RIGI y el blanqueo de capitales, que pueden obligar a los inversores a barajar y dar de nuevo para refugiarse en activos más seguros.
«El riesgo siempre es el ‘fly to quality’, el vuelo a la calidad en el que la Argentina suele quedar relegada», analizaban especialistas de la consultora Outlier. Ante una caída generalizada en el globo, los capitales buscan protegerse buscando por ejemplo los bonos de los Estados Unidos, y pueden dejar en stand by proyectos de inversión en plazas menos conservadoras como las de mercados emergentes como la Argentina.
¿Cómo impacta el lunes negro en el plan de Luis Caputo?
Semejante caída, aparentemente motivada en los temores de recesión en Estados Unidos y China, podría tener en realidad un origen aún más lejano, relacionado con una burbuja en el precio de los papeles de las tecnológicas vinculadas al mundo de internet, empresas que vienen arrojando balances inferiores a lo esperado por los analistas.
Para la Argentina y el plan económico de Luis Caputo, se trata de una noticia muy negativa. Es que tras un cierre en rojo para los activos argentinos en julio, el inicio de agosto aparece incluso con menos perspectivas.
La razón es que a las dudas del mercado habituales sobre la economía argentina se le sume una nueva incertidumbre a nivel global, que reafirme la tendencia negativa de las acciones en la Bolsa porteña y Wall Street, una nueva disparada del dólar y un debilitamiento de las reservas, motivados en parte por la baja en el precio de commodities como la soja y el trigo.
El riesgo país por encima de los 1.700 puntos desbarata la intención del Gobierno de lograr una mejora en el perfil de la deuda. Pero sobre todo, echa por tierra el pronóstico de Caputo de que los dólares financieros puedan bajar a la zona de los $1.100 en el corto plazo. Al contrario, la divisa que utilizan las empresas para dolarizarse está más cerca de los $1.400.
La suba del riesgo por la caída en la cotización de los bonos en dólares es un dato muy negativo. Es que el indicador de la banca JP Morgan es uno de los termómetros que miran los inversores externos, acostumbrados a manejar sus portafolios en función de índices de referencia, como el fondo de mercados emergentes elaborado por Morgan Stanley.
Bajar el riesgo país es uno de los objetivos necesarios para que Argentina pueda volver a acceder al mercado de deuda global y así recibir las inversiones que se necesitan para motorizar nuevamente a la economía.
El derrumbe de los mercados globales se produce además en momentos en que la Argentina necesita la llegada de inversiones para acelerar la extracción de petróleo y gas en Vaca Muerta.
La semana pasada, el CEO de Techint, Paolo Rocca, admitió que se hizo un pronóstico erróneo sobre la velocidad de las reformas que se introducirían a partir del nuevo gobierno en la Argentina. «Las reformas llevarán más tiempo del previsto», reconoció Rocca, un referente clave del mundo empresarial.
El hecho de que el riesgo país se ubique en zona de 1.700 puntos significa que el acceso al financiamiento privado sigue siendo prohibitivo, explicó el economista Nery Persichini, de GMA Capital.
El porqué del desplome en Wall Street y otros mercados
Los datos de que Estados Unidos está generando menos empleo, mientras aguarda para noviembre una elección clave entre Donald Trump y Kamala Harris; las señales de que China crece a un ritmo más lento del esperado; la suba de tasas en Japón y la posibilidad de que otros países lo imiten absorbiendo capitales, explica en parte la volatilidad externa.
Con el antecedente del 2008, cuando la burbuja de las hipotecas marcó un colapso financiero global, ahora el riesgo de otra «exuberancia irracional» en el mercado de las tecnológicas enciende alarmas.
Entre los mercados emergentes como la Argentina, la devaluación de gran parte de sus monedas y la caída de los precios de los commodities agrícolas y el petróleo suman más incertidumbre.
Dólar, reservas, RIGI y blanqueo, en la mira
Sobre todo meten más presión al intento del ministro Caputo de mantener una depreciación mensual del 2% del peso, con el fin de restarle presiones al comportamiento del costo de vida.
¿Hasta donde podrá resistir el crawling peg?, es una de las preguntas que van ganando espacio entre los reportes de los inversores. Y también las consultas sobre si se puede recalentar la inflación en caso de que el Gobierno no pueda resistir el evidente retraso cambiario.
Está claro que el contexto externo no resulta favorable para las aspiraciones del Gobierno de bajar el riesgo y regresar a los mercados de deuda.
En medio de este tembladeral internacional, el gobierno argentino viene intentando llevar tranquilidad a los bonistas, al asegurar que ya cuenta con los fondos necesarios para hacer frente a los pagos de deuda hasta enero del 2026.
Pero al posar las miradas sobre las reservas, las dudas se suman. Es que en junio y julio el Banco Central no pudo sumar divisas, y las reservas netas negativas están en niveles superiores a los u$s 6.000 millones. Por eso, el Gobierno necesita dar señales de que podrá sostener el nivel de dólares atesorados en el Banco Central. Como ha ocurrido históricamente, las necesidades financieras se van incrementando al ritmo de la debacle en los mercados.
Se supo que Caputo y su equipo negocian créditos con grandes bancos internacionales que podrían se respaldados con oro o con algún esquema financiero que incluya bonos de la deuda. Pero la baja en la cotización de los papeles de la deuda enciende un semáforo amarillo sobre esta última opción.
Así, con escasas perspectivas de recuperación de la posición compradora de divisas por parte del Banco Central, la necesidad de un nuevo acuerdo con el FMI se vuelve central para garantizar la sostenibilidad del programa económico.
Pero en el mercado empieza a sonar con cada vez más fuerza la versión de que el Fondo Monetario pediría el levantamiento del cepo cambiario, como condición para autorizar el envío de fondos frescos. Busca evitar lo ocurrido en el pasado, cuando los dólares enviados a la Argentina se terminaban yendo por otra ventanilla a partir de las distorsiones cambiarias vigentes en el país desde hace cinco años.
De persistir esta caída en los mercados, la economía argentina podría caer por encima del 3,5% proyectado para este año.
El atesoramiento de reservas también está bajo presión por la caída de más de u$s100 en el precio de la soja y las bajas generalizadas en el resto de los commodities que la Argentina exporta, como el trigo, el maíz y el petróleo.
A su vez, la devaluación en Brasil también mete presión sobre las intenciones de Caputo de mantener a raya la depreciación del peso.
El equipo económico se mantiene firme en aplicar una devaluación controlada del tipo de cambio, en un contexto en el cual todas las monedas de países emergentes se devaluaron: Brasil, México, Colombia, Sudáfrica, Turquía y Chile.
Si bien en la Argentina hay un riguroso control de cambios, que imposibilita la salida de capitales y amortigua el impacto financiero internacional en el dólar, la apreciación de la moneda frente a la región vuelve al país menos competitivo.
Por supuesto, el ruido financiero es una muy mala noticia para la potencialidad del régimen para grandes inversiones RIGI y el blanqueo de capitales. En el primer caso, porque puede diferir las intenciones de las grandes empresas globales se llegar con sus capitales a Vaca Muerta o al mercado minero. En el segundo, porque puede disuadir a quienes analizan regularizar sus tenencias, a esperar hasta que aclare.
Como sea, este conjunto de malas noticias en los mercados globales tensa al máximo el plan económico del gobierno de Javier Milei, que deberá demostrar cuál es el nivel de flexibilidad de la que es capaz para poder corregir el rumbo sobre la marcha y evitar que el derrumbe se lleve puesto los objetivos de la fase dos del programa en marcha.