El frío se hacía sentir. El silencio de la madrugada se cortaba con el sonido de los borceguíes de los uniformados que pisaban los adoquines de la calle Chacabuco, en el casco histórico de San Isidro. De pronto, hubo algarabía y un cerrado aplauso. El trabajo estaba por llegar a su fin. Los buzos tácticos de la policía bonaerense habían llegado al final del túnel, o mejor dicho, al principio: el lugar elegido como base de operaciones y donde los boqueteros habían empezado a cavar con la intención de llegar a las cajas de seguridad de la sucursal del Banco Macro y robarse un botín estimado en 30 millones de dólares. El plan criminal había sido frustrado.
Podría haber sido un nuevo Robo del Siglo, el golpe boquetero ocurrido el 13 de enero de 2006 en la sucursal Acassuso del por entonces Banco Río, donde un grupo de ladrones vació 145 cajas de seguridad y se llevó un botín millonario, estimado en 19 millones de dólares. Esta vez, primero, un hecho fortuito, y después, la insistencia de policías y funcionarios judiciales, hizo sucumbir el plan criminal.
“Estuvimos a un metro de ser un papelón mundial. Fue la tentativa de robo más grande que pude ver en mi carrera. Quedamos impresionados. No solo por la ‘obra de infraestructura’ que llevaron adelante quiénes hicieron el túnel, sino también por la información que tenían sobre la sucursal bancaria que querían robar”, explicó a LA NACION un detective policial, todavía asombrado por el ‘trabajo’ de los delincuentes.
Nadie duda de que hubiese sido terrible que el plan criminal se concretara. No solo por el botín millonario, sino por el hecho de que el “blanco” elegido por la banda de boqueteros está a poco más de 100 metros del edificio de los Tribunales de San Isidro, en Ituzaingó 340.
“Fue una satisfacción enorme haber evitado el robo. Hubiese sido gravísimo que los delincuentes pudieran concretar el plan criminal”, dijo un investigador, que ahora está tras los pasos de los integrantes de la banda.
Los detectives policiales y judiciales todavía están deslumbrados por la “obra de ingeniería”: un túnel encofrado en madera de, por lo menos, 150 metros de largo y 4,5 de profundidad, que comenzaba en un depósito situado en Chacabuco 535/547, donde tiempo atrás funcionó un taller de reparación de autos especializado en inyección, y terminaba debajo del Banco Macro situado en Chacabuco 444.
“No podía creer que semejante obra la estén haciendo en pleno centro de San Isidro y a la vuelta de Tribunales. Meses de preparación para que un repartidor les hiciera volar el plan criminal por los aires”, sostuvo una fuente de la investigación que LA NACION se cruzó en la madrugada del jueves pasado en la “puerta” donde comenzaba el túnel.
Por repartidor, la fuente se refería al proveedor de Berni, una confitería de café de especialidad situada en Chacabuco al 400, a pocos metros de la sucursal del Banco Macro que los ladrones querían robar, que fue quien descubrió la varilla de hierro que terminó siendo la clave para abortar el plan criminal.
Como informó LA NACION, la investigación que derivó en el descubrimiento del túnel comenzó de forma fortuita cuando el martes pasado, poco antes de las 8.30, el proveedor de Berni sintió un ruido extraño debajo de su camioneta.
Algo que no sabía qué era le daba golpes al chasis. El extraño sonido no se detenía. Entonces corrió el vehículo unos pocos metros y, después de descender, descubrió algo que le llamó la atención: una varilla de hierro sobresalía de entre los adoquines. Pronto se acercaron el personal de la confitería y otros comerciantes. Nadie entendía qué era lo que veían.
Entre diez y doce horas después, representantes del banco se comunicaron con la comisaría 1a. de San Isidro para denunciar la “extraña situación”. Era el principio del fin.
El miércoles a la mañana se comenzó a sacar los adoquines para descubrir qué había “detrás” de la varilla. “El túnel se llegó a descubrir por la insistencia de personal policial y funcionarios judiciales que ordenaron seguir cavando cuando, en principio, no se podía determinar hacia donde iba el boquete. Fueron muchas horas de trabajo para llegar a completar el trayecto del túnel”, dijo una fuente que participa de la pesquisa.
La investigación quedó a cargo de la fiscal Carolina Asprella y del fiscal general adjunto Patricio Ferrari, equipo coordinado por el fiscal general de San Isidro, John Broyad, con la colaboración de personal de la Superintendencia de Seguridad Región AMBA Norte I, conducida por el comisario mayor Lucas Borge y la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) local. Interviene el juez de Garantías Ricardo Costa
Finalmente, para alivio de funcionarios judiciales, policiales y municipales, la idea de otro golpe millonario en un banco en San Isidro solo fue una “pesadilla” y no una realidad.