Un 4% de inflación mensual -el cuarto registro más alto a nivel mundial- no parece, a primera vista, un motivo de celebración. Sin embargo, para el gobierno significó no sólo una ratificación de que la economía va en el rumbo correcto sino que hasta es señalada como un signo de prosperidad.
«Saluden a la inflación que se va», dijo, en su característico estilo provocador, el vocero Manuel Adorni. Y obtuvo las respuestas consabidas, tanto las celebratorias por parte del ejército de militantes online del gobierno como las denigratorias por parte de los peronistas que destacan el lado oscuro de las cifras.
Y, más exagerado aun, los medios afines a Javier Milei comenzaron a difundir la expresión «milagro argentino» para referirse a la acelerada caída de la inflación y al regreso del superávit fiscal.
Es que, en definitiva, es en el campo de la interpretación de los indicadores donde se está jugando la nueva batalla política. Sobre todo, la respuesta a la cuestión de si esta baja de la inflación es sostenible o si es apenas temporaria y si, en todo caso, un 4% de inflación mensual no es un logro demasiado menor si el costo a pagar por ello es el de una recesión profunda.
No por casualidad, en las encuestas de opinión pública, al mismo tiempo que la inflación empieza a caer en el ranking de las preocupaciones ciudadanas, vuelve a subir aceleradamente el temor por el desempleo. Así, la última medición de Analogías -consultora que suele asesorar al kirchnerismo- marca que, por primera vez en el año, el desempleo se lleva el 51% de las menciones como principal problema, contra un 38% de la inflación, y un 64% de la opinión pública cree que se están perdiendo muchos puestos de trabajo.
El gobierno dio muestras de que percibe ese fenómeno, y por eso en los últimos días se multiplicaron las declaraciones de los funcionarios que destacaron que ya hay «brotes verdes» en sectores como la industria automotriz y la construcción, así como en las ventas minoristas. Sería un indicador de que «lo peor ya pasó», y que lo que permitió esa incipiente recuperación fue, precisamente, la sostenida recuperación de la inflación.
¿Una inflación anual de 8%?: esto dijo Javier Milei
En otras palabras, el gobierno está tratando de imponer la noción de que la baja de la inflación no tiene la consecuencia inexorable de una recesión sino que, por el contrario, será la llave de la recuperación. Y el propio Javier Milei se explayó al respecto ante un auditorio de empresarios, en el Council of Americas, pocas horas antes de que el Indec diera a conocer el IPC de julio.
En su discurso, Milei ratificó la vigencia de los pilares a los que él atribuye la baja inflacionaria: el ancla cambiaria, el superávit fiscal y la contracción monetaria. Y, además, dejó en claro que no considera una urgencia el levantamiento del cepo cambiario. Fue incluso más lejos, al afirmar que sí es posible que la economía crezca aun con la vigencia del cepo.
«Todavía seguimos pagando los platos rotos del verdadero mazazo que fue la emisión de trece puntos del PBI en el último año, pero, gracias al ancla fiscal y monetaria, logramos evitar la hiperinflación, y la estamos bajando», argumentó el presidente.
Y abundó sobre cuál es el indicador al que le presta atención: la inflación mayorista, en el entendido de que permite anticipar el comportamiento de la inflación minorista. En realidad, es un concepto con el que muchos economistas discrepan, dado que el índice mayorista IPIM está compuesto casi en su totalidad por productos transables, a diferencia del IPC, que tiene una alta ponderación de los servicios.
Según el razonamiento de Milei, como el índice mayorista de diciembre era de 54% mensual, eso permitía afirmar que, en términos anualizados, la inflación corría al 17.000% -otra cifra cuestionada por casi la totalidad de los economistas-. Pero ahora, con la inflación mayorista en 2,7%, entonces la proyección anual de inflación minorista estaría en torno de 35%.
Pero Milei da un paso más: le descuenta a esa cifra la devaluación acumulada del tipo de cambio oficial, que con un crawling peg de 2% mensual, implica un acumulado anual de 26,8%. Entonces, dice el presidente, la inflación real -que en realidad sería el encarecimiento medido en términos de dólar oficial- estaría ahora viajando a un ritmo anual de 8%.
«Gracias Toto», resumió el presidente, en alusión al mérito de su ministro de economía, Luis Caputo, quien en su adelanto del presupuesto ya había insinuado que la inflación para los próximos meses bajará a un promedio mensual de 3%.
El gráfico del Indec muestra cómo los rubros vinculados a servicios fueron los que empujaron al IPC mientras la categoría alimentos estuvo debajo del promedio
Dudas sobre el programa de Milei
Las declaraciones de Milei prometen generar un amplio debate entre los economistas, que suelen plantear sus dudas respecto de la sostenibilidad del proceso de desinflación. De hecho, el último índice para la Ciudad de Buenos Aires había encendido alarmas, por haber quebrado la tendencia descendente y alcanzar un 5,1%.
Los analistas observan que esa diferencia se explica por el hecho de que en Buenos Aires, donde la población tiene el poder adquisitivo más alto del país, hay una mayor ponderación del rubro servicios. Y que, por eso, las subas tarifarias más las de servicios vinculados al turismo y el esparcimiento fueron las que empujaron el índice.
Ocurre que el proceso de suba tarifaria todavía no completó su curso. Y, de hecho, el rubro de subsidios a servicios como electricidad, gas y transporte es uno de los grandes candidatos a sufrir recortes dentro del presupuesto. Sobre todo ahora que la licuación de las jubilaciones -que habían posibilitado la reducción del gasto público a inicios de año- ya no será una herramienta disponible luego del cambio de fórmula indexatoria.
¿Qué dicen estos datos sobre el futuro? En principio, todo apunta a que los precios de los servicios tenderán a crecer en los próximos meses, pero no está tan claro que eso vaya a tener como contrapeso un freno muy fuerte en el rubro de los alimentos. De hecho, un dato que llamó la atención de los analistas es que la «inflación núcleo» tuvo una leve suba -de3,7% a 3,8%-.
En definitiva, en un mercado donde el debate económico adquiere un volumen cada vez más alto, está muy lejos de percibirse un consenso con la visión de Milei sobre una rápida desaceleración inflacionaria.
Sobre todo, porque no se disiparon las dudas sobre el sostenimiento del superávit fiscal –ahora que habrá impuestos que disminuyan su aporte- y sobre la posibilidad de mantener el apretón monetario y la calma del dólar paralelo en un contexto de caída de las reservas.
Entre la canasta básica y el cepo
En todo caso, el dato positivo sigue siendo el de que el costo de la canasta básica sigue evolucionando por debajo del IPC, un efecto natural para este momento de la economía, en que los servicios se encarecen más rápidamente que los alimentos.
Este jueves, en simultaneo con el IPC de julio, se dio a conocer el costo de las canastas de pobreza e indigencia elaboradas por el Indec, y en ambos casos se mostró una mejora relativa: el encarecimiento mensual fue de 3,1%, lo cual no solamente implica que va más lento que la inflación general, sino también de la evolución de los salarios.
En particular, cuando se considera el ingreso del sector informal -que es el de la franja de la población de menores recursos y la más afectada por situaciones de pobreza- se nota la recuperación más importante. El ingreso en junio -último dato- tuvo una mejora mensual de 9,2%, más del triple del encarecimiento de la canasta básica.
Tal vez sea ese el argumento en que se base Milei para afirmar que sí es posible hacer crecer la economía incluso con el cepo cambiario. El argumento principal de quienes reclaman un rápido desarme de los controles cambiarios es que, en este contexto, no hay clima que posibilite las inversiones. Pero la economía argentina está en un momento particular: con altos niveles de capacidad instalada ociosa en las fábricas -según el último dato de Indec apenas se está utilizando un 56,8%-, y con salarios que vienen de un nivel muy deprimido.
En otras palabras, es una fase de la economía en la que cualquier recuperación del consumo interno puede empujar la marcha de la economía, sin depender de que haya en el corto plazo una ampliación de la infraestructura productiva. En definitiva, un concepto no tan alejado del que tradicionalmente ha defendido el peronismo.
Es por eso que, para Milei, la baja de la inflación es lo que justifica todo el resto de su programa, incluyendo aquellas medidas que lo alejan de los principios liberales de no intervención.