La realidad política y económica no da respiro. Avances, retrocesos, tropiezos, recuperaciones se suceden y se superponen a ritmo vertiginoso. Nada termina de encontrar su punto de equilibrio ni de despejar el horizonte.
La incertidumbre, sin embargo, parece jugar en favor del Gobierno, que gana tiempo mientras la economía sigue en terapia intermedia, alternando buenas noticias con algunas regulares y otras malas. Es el fruto de algunos méritos propios del oficialismo, de la excepcional paciencia social y de muchas debilidades de la oposición, a las que Javier Milei, con su flamante uniforme de político, empieza a explotar en beneficio propio.
Las dos reuniones que el Presidente mantuvo esta semana con legisladores oficialistas, paraoficialistas y cooperativos constituyen la foto más reveladora de ese escenario.
Ninguno de los (módicos) planteos que llevaron los diputados y senadores de Pro y otros que no son del partido gobernante tuvo más que promesas vagas. Fue el caso del decreto reglamentario de la Ley de Acceso a la Información, respecto del cual el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, reiteró su disposición a revisar si le acercan objeciones atendibles, aunque el poderoso gurú Santiago Caputo siga rechazando cualquier revisión con el respaldo de Milei. Una disputa demasiado asimétrica (si la hubiera).
Sin embargo, los legisladores afines comprometieron su voto incondicional para sostener el veto del Presidente a la ley que aumentaba los haberes jubilatorios y modificaba el modo de actualización, lo que hubiera complicado la situación fiscal y puesto más en alerta a los mercados. La autoridad (y la complejidad) con la que Milei explica asuntos económicos hipnotiza a los dirigentes que sienta a su mesa. El experimento lo tiene extasiado y confirma prejuicios.
Para el Gobierno, que haya sobrevivido el veto fue un gran triunfo en materia política y fiscal, sin costo alguno en lo inmediato y que, en todo caso, a futuro será compartido. Paso a paso. Los ingresos de los jubilados pueden esperar.
Para los opositores fue una concesión sin más beneficio evidente a corto plazo que el de no enemistarse con quienes son o fueron sus bases y hoy apoyan al Gobierno. Toda una expresión de flaquezas, presentadas como cuestiones de principios, de quienes tienen como su mejor expectativa político-electoral una alianza con LLA. Aunque el triángulo de hierro del poder les fije una cuota de ingreso difícil de pagar sin hipotecar su identidad. Pesadillas insolubles del macrismo.
Para entender mejor el cuadro de situación vale extrapolar a la Argentina, invirtiendo los tiempos, la dicotomía que definiría la inminente elección presidencial norteamericana, según la formuló por el periodista del New York Times Peter Baker. Para Baker, Estados Unidos está divido entre “la bronca”, que encuentra su catalizador en Donald Trump, y “el agotamiento”, que tiene por vector a Kamala Harris.
La duda crucial en el país de Milei es quiénes son mayoría hoy: si siguen siendo los enojados con el pasado reciente, que llevaron al libertario a la Presidencia, o si empiezan a empatar o ganar los agotados por el esfuerzo y el ajuste del presente, que se prolonga sin perspectivas claras en el corto y mediano plazo.
Las encuestas no dan respuesta certera, pero recientes sondeos empiezan a mostrar movimientos, entre los que resalta un porcentaje creciente de fatigados, de esos que dicen que no pueden continuar haciendo esfuerzos por más tiempo. Aunque los que afirman que “hay que aguantar, porque es el único camino” son muchos más que los que opositores y varios analistas imaginaban a esta altura del camino. Más cuando el índice de inflación, como se vio anteayer, se resiste a empezar con el número tres y la actividad muestra una recuperación heterogénea y concentrada en nichos, estancamiento en gran parte y en promedio “apenas repta”, según un economista que no está lejos del Gobierno, pero ve motivos de alerta.
En la vertiginosa sucesión de acontecimientos que se vuelven noticia, la sesión de este jueves en el Senado, a diferencia de la del día anterior en la Cámara de Diputados, dejó más desafíos y complicaciones que gratificaciones para el Gobierno. Salvo por la sanción de la ley electoral que incorpora la tan postergada y reclamada boleta única papel, que el kirchnerismo esta vez no logró impedir. Una amenaza para el futuro electoral del peronismo.
Lo cierto es que la sanción de la ley de financiamiento universitario destinada a compensar el fuerte atraso salarial que sufren docentes y no docentes de las universidades públicas nacionales obligará a otro veto presidencial y a pagar un muy probable costo político. Será la reactivación de un conflicto que muy probablemente se expresará en las calles.
A diferencia de los jubilados, la comunidad educativa universitaria ha mostrado una capacidad de movilización masiva que interpeló transversalmente a toda la sociedad, como congregar en total más de un millón de manifestantes en las principales ciudades del país y obligar por primera vez al Gobierno a replantearse su política, aunque sin modificarla de fondo. Una nueva marcha, esta vez contra el veto, podría sumar algunos gramos al platillo de la balanza del agotamiento del presente (con su propia carga de enojo) que disputa con el de la ira con el pasado.
“Que hagan lo que quieran. Voy a vetar la ley. El equilibrio fiscal no se negocia. Se los voy a decir en la cara el domingo cuando les explique en el Congreso qué significa un presupuesto con déficit cero”, dicen que fue la reacción Milei ante algunos de sus colaboradores. No obstante, la lección podría incluir alguna respuesta a la demanda universitaria, según interpretaron algunos de sus interlocutores recientes.
En la Casa Rosada insisten con que la gran sorpresa será presentar un presupuesto donde cada gasto tiene su ingreso comprometido, para lo cual “el Presidente va a dar una clase magistral”, anuncian. Sin embargo, otras fuentes prometen alguna novedad más que Milei se guardaría para darle más potencia a su inédita puesta en escena en la presentación de la “ley de leyes”.
Mientras tanto, el mismo día en el que el Gobierno padecía la sesión del Senado, celebraba que el economista chileno Rodrigo Valdés dejaba de ser el encargado de las (estancadas) negociaciones con la Argentina. Valdés había sido calificado por Milei de enemigo. Otra coincidencia con Sergio Massa, que acusa al funcionario de “antiargentino” y de haberlo “forzado a devaluar en medio del proceso electoral”. Dicen que el candidato derrotado estuvo tentado de felicitar públicamente a Milei.
La salida de Valdés está sujeta a varias interpretaciones, en especial tras la explicación que dio la vocera del FMI, Julie Kozack.
Por un lado, en el Gobierno lo consideran un triunfo que confirmaría que el ahora exencargado “entorpecía las negociaciones por cuestiones ideológicas”. Algunas fuentes creían ver allí una ayuda del anunciado, pero no confirmado, viceministro de Economía, el argentino-chileno José Luis Daza, amigo de Valdés. Sería la prueba de sangre de Daza para que Milei firmara su designación, que hasta ayer seguía sin oficializarse y sin que nadie pudiera explicar la causa de la demora luego de que el ministro Luis Caputo lo anticipara hace 20 días.
Por otro lado, algunos economistas y políticos con llegada al FMI sostienen que el corrimiento de Valdés fue la forma que encontró el organismo para remover excusas y poner en evidencia«>remover excusas y poner en evidencia que si no se avanza en las negociaciones de un nuevo programa es por decisión de Argentina, porque su política tiene inconsistencias que lo harían inviable. En ese plano es un hecho que “para que empiece una negociación formal la Argentina tiene que hacer el pedido y eso todavía no ocurrió”, explica una fuente con acceso directo al FMI.
Entre los inconvenientes del Gobierno para abrir la discusión están el cepo y el atraso cambiario, que el duro piso del 4% de inflación complica y aleja a un más de la convergencia con el 2% de devaluación que para Milei y Caputo es intocable.
Lo mismo sucede con las reservas en rojo y en camino de ponerse moradas con la baja del impuesto PAÍS para las importaciones, y la continuidad del dólar blend para evitar la ampliación de la brecha entre el dólar oficial y los financieros.
La manta empieza a verse más corta y varios economistas consideran que el ingreso de divisas por el blanqueo y por el régimen de incentivo a las grandes inversiones (RIGI) serían insuficientes, por lo que el Gobierno podría verse apurado a empezar a negociar con el FMI.
“El blanqueo viene bien, pero aún así lo que ingresará como reservas netas no alcanza y lo que entre por el RIGI va a volver a salir en gran medida, porque se usará para importar bienes de capital”, advierte un economista que, sin embargo, deja abierta la puerta de que el Gobierno podría lograr sus objetivos. La determinación de Milei, más la creatividad y el arrojo del equipo económico, alimentan esa duda. La producción de conejos es una actividad fructífera.
En Economía no hay lugar para el escepticismo, aunque, como señaló el domingo pasado en LA NACION el economista Esteban Domecq, deban “alinearse todo los planetas” para lograr los objetivos de Milei y Caputo. Otra carrera contra el tiempo.
Mientras tanto, la oposición, aunque entorpezca, sigue aportando ayudas inestimables al oficialismo. Ahí se inscribe el nuevo desgajamiento del radicalismo, con la intercesión invalorable de la experta zapadora y ministra Patricia Bullrich, que facilitó que cinco diputados cambiaran su voto sobre la reforma jubilatoria. Además, otro diputado de la UCR, el entrerriano Pedro Galimberti, dejó su banca a una macrista más oficialista a cambio de un significativa mejora en su calidad de vida. Pasó de la Cámara baja al directorio de la comisión administradora de la represa Salto Grande, igual que el aumento de sus ingresos, que pasaron a ser tres veces y media más que los que percibía como legislador nacional. Su jubilación sí estaría asegurada.
En el universo peronista, a la reaparición de Cristina Kirchner abocada a discutir economía (para beneplácito del Gobierno) se sumó el estallido de la interna kirchnerista en su bastión bonaerense.
La disputa entre los intendentes camporistas Mayra Mendoza (Quilmes) y Julián Álvarez (Lanús), por un lado, versus el jefe comunal de Avellaneda, Jorge Ferraresi, y el ministro y excamporista Andrés “Cuervo” Larroque, por el otro, anticipa la pelea electoral y deja ver el trasfondo de la disputa entre los herederos de la expresidenta: su hijo Máximo y el gobernador Axel Kicillof. Además, expuso otras delicias, como la acusación de Mendoza a sus contrincantes de utilizar bots y trolls en las redes sociales para hostigarla.
Nadie está a salvo. Y el Gobierno sigue ganando ese insumo vital para esta etapa, que es el tiempo. A la espera de que “se alineen los planetas”.