InicioSociedadEl derecho y la literatura

El derecho y la literatura

Quien quiera seguir creyendo que la libertad de expresión y de creación son dos derechos absolutos es libre de hacerlo, pero desde los lejanos y lúcidos legisladores romanos sabemos que ‘ignorantia iuris non excusat’, o que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento. Comprendo que debe resultar reconfortante, si uno es escritor, pensar que puede ponerse a escribir lo que le salga, sea ficción, autoficción o narrativa de no ficción, sin dar cuentas a nadie, porque el derecho está ahí para ampararte, gracias al artículo 20.2 de la Constitución, sin que nada restrinja tu libertad creativa, de fabulación o recreación. Pero estamos obligados a convivir con otros, lo que incluye sus derechos. Y en un Estado de derecho, el límite será el derecho de otro: a partir de ese conflicto, dilucidamos qué derecho es más fuerte, o qué bien jurídico reclama una mayor protección.

La verdad es que sobrecoge esta defensa categórica de la libertad de expresión y creación, sin admitir matices, cuando el bien jurídico y derecho superior, la vida, sí tiene excepciones: el estado de necesidad y la legítima defensa. Si estamos en mitad del océano y sólo hay una tabla, tengo derecho a poner mi vida por encima de la tuya, y cogerme a ella, aunque cueste tu vida, y tú tienes también ese derecho. La legítima defensa marca otro límite: tu derecho a la vida -bien jurídico superior- cederá ante mi derecho a la mía.

Si el derecho a la vida contempla excepciones, ¿cómo no va a tenerlas un derecho inferior? La libertad de expresión, para el legislador constitucional, pertenece al ámbito de las opiniones. ¿Límites? Los hay: el derecho al honor y a la intimidad de un tercero. Y con dos tipos penales: delito de injuria y calumnia. En la libertad de creación, el tema es más complejo -e interesante, y jurídicamente hermoso-, por el ámbito de la creación literaria o la fabulación. Pero, si no escribes ficción, sino sobre hechos reales, aunque sea en forma de ficción, de personas aún vivas, con nombres y apellidos, ¿es que la sacrosanta libertad de creación deja a estas personas sin derecho?

Más allá de la presión popular, como el escritor y su editorial deben saber, el reto de escribir sobre personas vivas y convertirlas después en personajes, no se puede afrontar obviando sus derechos. Se puede escribir de historias y vidas reales: pero exige una ambición y un respeto mayores, más valentía e infinitamente más esfuerzo que enviar unas pocas cartas y hacer una entrevista, favoreciendo la continuación del dolor de la madre. Amar la libertad de creación es conocer sus límites, para que el arte narrativo honrado alcance su principio de verosimilitud, sin lesionar los derechos de las víctimas.

*Escritor

Suscríbete para seguir leyendo

Más noticias
Noticias Relacionadas