En diálogo con Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3), el economista Camilo Tiscornia declaró que el desafío de la economía argentina es permitir la fluctuación del tipo de cambio para contener las modificaciones del mercado global, en lugar de un tipo de cambio fijo, como planteó Ricardo Arriazu. “La flotación es lo que adoptan la mayor cantidad de países porque les permite ajustar cuando las condiciones internacionales cambian”, explicó.
Camilo Tiscornia es economista con un máster en Economía por la Universidad Di Tella. Es director de la consultora C&T Asesores Económicos. Está especializado en análisis macroeconómicos y dicta clases de Macroeconomía a niveles de grado y posgrado en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica Argentina.
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¿El Gobierno está pasando un mal momento o se le avecina un buen momento? ¿Cuál es su balance de esta especie de situación en la que el dólar aumenta 15% un día y lo vuelve a bajar al día siguiente?
Creo que esto forma parte de lo que puede ocurrir en un sistema en donde hay más flotación, como el que estamos desde el lunes, y que es lo que tiene la gran mayoría de los países hoy en día en el mundo: la posibilidad de que el tipo de cambio se mueva. A veces se mueve hacia arriba cuando las situaciones internacionales se complican, y a veces hacia abajo cuando pasa lo contrario. La flotación es lo que adoptan la mayor cantidad de países porque les permite ajustar cuando las condiciones internacionales cambian. Este momento que estamos atravesando en el mundo es uno bastante particular, con lo cual tener esa herramienta sería muy útil.
En la Argentina, el gran problema que hay es que, por nuestra historia de alta inflación, suele haber una conexión muy fuerte entre el tipo de cambio y los precios internos. Cómo compatibilizar la posibilidad de que el tipo de cambio se ajuste con otros instrumentos de política económica para tratar de contener la inflación es el desafío.
Si nosotros lográsemos como país que, como en el resto del mundo, el dólar pueda subir o puede bajar, porque no siempre sube sino que a veces baja, estaríamos llegando a lo que Melconian llama «Harvard». Eso implica que se mueva a lo largo de los meses se produzca eso en función de coyunturas internacionales o nacionales y que después no se traslade a precios. Acá el punto es que los que salieron a remarcar los precios porque el dólar se fue a 1.250. Me parece que estamos lejos de estar en esa situación de fluctuación positiva y sana.
Justamente, no es algo habitual en la Argentina. En la Argentina hay una tensión muy patente en el uso del tipo de cambio. Argentina querría tener, si fuera posible, el tipo de cambio fijo, porque eso disciplina la inflación baja. Ese fue el gran éxito de la convertibilidad, pero también fue su gran fracaso. Porque cuando las condiciones internacionales cambiaron, sobre todo en la segunda mitad de los noventa, la economía se quedó sin una herramienta. Habitualmente queremos tener el tipo de cambio fijo o controlado, como venía pasando hasta la semana pasada, que el Banco Central le daba una pauta de movimiento del 1% mensual. O sea, estamos en una situación poco común.
En la época de Macri hubo un intento, y en aquel momento el tipo de cambio arrancó subiendo, primero para eliminar la brecha cuando se liberó el cepo al inicio del gobierno. Después el tipo de cambio incluso bajó, y luego empezó a subir y terminó en una situación muy descontrolada, por un escenario internacional complicado, una sequía y el déficit fiscal. Yo creo que una diferencia fundamental que hay hoy respecto de ese momento es que no hay déficit fiscal, y que —a diferencia de aquel momento, en el que había déficit comercial bastante marcado ya en el arranque del programa— hoy hay superávit comercial y la perspectiva de que se puedan conseguir dólares. Entonces, creo que hay algunas fortalezas para encarar esto, pero coincido en que es un desafío.
Arriazu insiste con aquello de que la Argentina no está preparada para un dólar que fluctúe. ¿A usted le parece que estas condiciones que se están dando ahora de superávit gemelo generan la posibilidad de que Argentina pueda pasar a un sistema de flotación y, luego, sin bandas, sin que exista esa tensión inicial sobre el valor del dólar? ¿Lo ve como algo posible a lo largo de 2025?
Yo creo que es una posibilidad. Discrepo respecto de la idea de (Ricardo) Arriazu de un tipo de cambio muy fijo en la Argentina. La idea de tener un tipo de cambio fijo es por nuestra tendencia a la dolarización, pero la realidad es que, si nosotros entramos en un cambio fijo, como pasó en la convertibilidad, vamos a bajar la inflación. Pero si la economía no tiene otra flexibilidad para ajustar cuando cambian las condiciones externas, lo que termina pasando es lo que terminó pasando al fin de la convertibilidad.
Como en la convertibilidad no había flexibilidad en la parte salarial —que es la contraparte de la flexibilidad cambiaria porque si no hay flexibilidad en el tipo de cambio, tiene que haber flexibilidad en los precios internos, particularmente los salarios— terminó con un alto desempleo y una crisis social. Tendríamos que poder tender a un cambio flotante. Es un desafío, va a haber riesgos y puede haber volatilidad, pero creo que tener la situación fiscal bastante ordenada y contar ahora con un buen stock de reservas en el Banco Central son herramientas interesantes para encarar esto.
Creo que hay un riesgo muy importante en todo esto, que es la parte política. Nada de esto va a poder ser sustentable si en el horizonte está el populismo y la posibilidad de que el populismo vuelva a la Argentina. Entonces, las elecciones que vienen son un desafío bastante importante. Pueden generar tensión y, con un tipo de cambio más flotante, podría haber algún problema. Pero es un desafío que va a haber que enfrentar.
La clave fundamental, entonces, es que haya superávit comercial porque depende de situaciones como, por ejemplo, una sequía, un cambio del precio de las materias primas o una recesión mundial. Nuestra suerte depende también de que podamos tener condiciones en las cuales mantengamos el superávit comercial. Es decir, que el dólar no se atrase a un punto de que perdamos ese superávit.
Ese es un factor, pero no es el único. Yo creo que tampoco hay que caer en una visión excesivamente mercantilista de pensar que la Argentina exclusivamente necesita tener superávit comercial. La Argentina, como cualquier país del mundo, podría tener también ingreso de capitales que le permitieran financiar y conseguir los dólares que necesita. No todos los países del mundo tienen superávit comercial.
Yo creo que el desafío también de la Argentina es poder tener un horizonte más largo de que en la Argentina no va a volver el populismo macroeconómico y el disparate de los desequilibrios que hemos vivido hace años, me parece que hay un horizonte en el cual podría haber un genuino ingreso de capitales. Más allá de lo especulativo, podría haber un ingreso genuino que no hiciera necesario tener todo el tiempo superávit comercial.
Ahora, más allá de eso, lo cierto es que hoy también, a diferencia del año 2017, cuando tuvimos la crisis anterior, hay una perspectiva de sectores que en aquel momento tal vez no se veía tan clara. Son sectores que pueden generar muchos dólares y ayudar a mantener el superávit comercial. En ese contexto, si eventualmente el mundo se pusiera complicado porque hay un problema, porque caen los commodities o porque hay turbulencia internacional, el tener un tipo de cambio flotante permitiría justamente evitar un excesivo atraso del tipo de cambio si en algún momento se termina produciendo.
Elizabeth Peger: Usted hablaba recién de flexibilización de los salarios. ¿Qué es lo que está planteando respecto de eso?
Tiene que haber una reforma laboral. Esto está comprometido, además, con el acuerdo con el Fondo Monetario, pero es ineludible. El costo laboral en la Argentina es altísimo y el sistema es muy rígido. Si contratar gente es caro y es difícil salir, no va a haber contratación de gente formal, y eso es lo que pasa. El INDEC también difundió datos de la enorme informalidad que hay en la Argentina.
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EP: Pero usted habla de salarios. En el primer trimestre del año, los salarios arrastraron una pérdida significativa. Eso, de alguna u otra manera, también va a impactar en la perspectiva de crecimiento económico en algún momento no tan lejano.
No. Los salarios le vienen ganando a la inflación, hasta el mes de enero por lo menos, que son los datos que tenemos disponibles. Seguramente en febrero o marzo puede haber alguna complicación, pero los datos venían mostrando que los salarios le ganaban a la inflación. Esto tiene que ver esencialmente con la posibilidad de que la economía esté creciendo. No depende de la política salarial exclusivamente. Hemos tenido gobiernos peronistas que favorecen muchísimo la idea de que hay que fomentar el consumo a través de fuertes salarios y, sin embargo, el salario real en la Argentina ha caído durante años y la economía no crece hace años. Entonces, la solución no está por ahí.
La solución para que el poder adquisitivo de la gente mejore es que la economía crezca, y para eso hace falta inversión y un orden macroeconómico que la Argentina no tiene hace muchos años. Me parece que se están dando pasos. Este Gobierno ha dado muchos pasos, sobre todo en la parte fiscal. Ahora se está avanzando en la parte monetaria y cambiaria, que era un tema que quedaba pendiente. Me parece que son cosas interesantes. Soluciones de un día al otro acá no va a haber ninguna, pero me parece que son puntos interesantes que se están dando.
Siempre me cuenta Lavagna aquello de que los militares sacaron la palabra “política” de la carrera de Economía en la Universidad de Buenos Aires. Usted dice que todo esto es si no vuelven los populistas, pero la democracia es alternancia. No podría plantearse un sistema lógico sin división de poderes, sin alternancia, porque finalmente no habría ninguna seguridad jurídica si no hay alternancia jurídica. Si todo depende de que gane cierto tipo de partido político, no es sustentable. ¿La lógica no sería que los partidos de oposición competitivos no los califiquemos peyorativamente? ¿Qué quiere decir “populistas”? Para los inversores: ¿no sería lógico que hubiera alternancia en el poder, y lo importante es que la sociedad en su conjunto aprenda y que los partidos de la oposición tampoco tengan déficit fiscal?
Ahí está el punto. Cuando yo me refiero al tema del populismo pienso principalmente en gobiernos que hemos tenido asociados al peronismo, y al kirchnerismo en particular, que han hecho un desastre macroeconómico. Entonces, la alternancia política es necesaria, es lógica y es deseable. Lo que no es deseable es que haya bandazos en el esquema que hay para el funcionamiento del sistema económico. Porque cuando pasa eso, es que la economía no crece, que es lo que le pasa a la Argentina. El PBI de la Argentina de este año es prácticamente el mismo desde el año 2011. Hace 14 años que la economía argentina no crece.
Coincido con usted, pero ¿no le parece que ese punto es Cristina? Néstor Kirchner fue responsable fiscalmente, Carlos Menem fue responsable fiscalmente, Duhalde fue responsable fiscalmente, los gobernadores en las provincias peronistas son responsables fiscalmente. ¿Por qué no decir que Cristina Kirchner?
Yo hablé de populismo en general porque podría caer en cualquier partido político. Una cosa es que haya alternancia política, que está perfecto, pero las ideas en cuanto a cómo funciona la economía son bastante universales, y hay varios principios que son independientes de la orientación política que tienen que ver con un análisis científico de la realidad económica. El déficit fiscal excesivo produce crisis de deuda o inflación. Eso es así, con independencia de quién gobierne. Entonces, no importa qué partido político gobierne: si caemos en eso, vamos a tener un problema. Si como sociedad votamos al partido que sea, pero que genera eso, lo que vamos a tener es un mal resultado, con independencia del signo político que tengamos. Con eso me refiero a que no tiene que haber populismo económico, no importa qué partido político. Lo que pasa es que en la Argentina esa faceta ha estado muy asociada al peronismo, y en particular al kirchnerismo.
¿Muy asociada al peronismo? El peronismo de Néstor Kirchner, el peronismo de Carlos Menem, el peronismo de Eduardo Duhalde ¿fueron económicamente populistas o solamente Cristina Kirchner?
El peronismo tiene la virtud de disfrazarse de varias cosas. Por supuesto que Menem no es lo mismo que Kirchner, y Kirchner no ha sido lo mismo que Cristina Kirchner, que no ha sido lo mismo que Duhalde. Todos han hecho cosas distintas. Lo que pasa es que los que han permanecido más en el poder en los últimos 25 años han sido los Kirchner.
Néstor Kirchner arrancó con una situación que heredó del ajuste muy desastroso que hizo Duhalde cuando se salió de la convertibilidad, que rompió todos los contratos posibles, y administró una situación en la cual el mundo estaba en el mejor momento de los últimos 30 años. Esa es la situación que le tocó administrar a Néstor Kirchner y él, en el final de su mandato, terminó con inflación de vuelta, porque el problema de la inflación arrancó con él. Con lo cual, evidentemente ahí hubo un desmanejo en alguna parte de la política macroeconómica.
Luego le siguió Cristina Kirchner, que heredó de su marido una situación fiscal ordenada, con una situación externa también, y ella fue la que generó el déficit fiscal. Con lo cual, si tenemos que buscar un origen del problema de la alta inflación, está en el gobierno de Cristina Kirchner. Ella pasó de un superávit fiscal a un déficit, que después lo fue financiando con emisión monetaria, consumiendo las reservas del Banco Central y todo lo que conocemos. Macri intentó emparchar eso, pero no le salió. Volvió Alberto Fernández, que es otra variante del peronismo, que hizo algo similar.
Entonces, está claro qué pasó en los últimos 25 años. Hay un lugar político en donde ese tipo de políticas se aplicó. Si el día de mañana se asume que hay ciertas políticas que no hay que aplicar, fantástico. Ese es el desafío para la Argentina. Eso lo han resuelto otros países de América Latina, en donde los candidatos que potencialmente eran populistas o peligrosos, entendieron que había ciertas cosas de la economía con las que no hay que andar jugando.
Lula, por ejemplo, o Tabaré Vázquez son personajes que generaban espanto en los inversores en la década del noventa. Sin embargo, Lula ganó las elecciones y no tocó el Banco Central, mantuvo la meta fiscal, bajó la inflación. Entonces, ahí hubo un cambio importante, en donde, por más que haya alternancia política, han logrado que ciertas cosas de la economía se mantengan. Es una diferencia enorme. Ese es el desafío para la Argentina.
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Nunca voté un candidato peronista, pero me parece que la clave es desdemonizar al peronismo, porque el peronismo va a ganar elecciones en el futuro. Lo que nosotros necesitamos es convencer al peronismo de la lógica de la racionalidad económica y no demonizarlo. Porque si lo demonizamos y son todos iguales, vamos a hacer es que ganen los más radicales dentro del peronismo, porque finalmente no va a tener cura para el resto de la sociedad si son percibidos como un demonio. Hay poder marcar la diferencia entre una parte del peronismo que cometió errores —como cometió errores una parte del radicalismo también. Está claro que no es imprescindible tener superávit comercial, pero es bueno tenerlo, o tener inversores extranjeros. En el caso de Alberto Fernández, a mí me toca decirle que, con la pandemia, todo Estados Unidos tuvo déficit fiscal.
Es que yo creo que tampoco es que el déficit fiscal sea un pecado y que no se puede salvar. Podría ser lógico tener déficit fiscal también. Lo que pasa es que como hemos abusado del déficit fiscal, lamentablemente tenemos que sobreactuar en no tener déficit. El problema que tenemos, más allá de que lo queramos o no, es que no tenemos forma genuina de financiarlo. Entonces, nos lleva a privarnos de una herramienta legítima de la política económica, porque la hemos mal usado en el pasado.
Hoy en día, si bien uno puede decir que existen beneficios y hay momentos en los que tener déficit fiscal, lamentablemente la Argentina creo que se tiene que privar por un tiempo de esto. Tal vez el día de mañana, con otro historial distinto al que tenemos, se pueda volver y utilizar como una herramienta de política económica. Pero por el momento creo que nuestro destino es tratar de mantener las cuentas públicas ordenadas. Yo creo que ese es el desafío.
Me parece que en esa construcción que usted propone, de tratar de no demonizar y que en todo caso se aprenda que hay ciertas cosas que hay que mantener, creo que va a ser clave la percepción que la sociedad tenga de que puede conseguir buenos resultados económicos en un entorno que los economistas podríamos llamar de política ordenada, que no es necesario el populismo para que a la gente le vaya bien. Ese día, yo supongo que la gente empezará a valorar, como pasaba en la convertibilidad, la baja inflación. Entonces, tal vez sea la misma sociedad la que vaya disciplinando a los políticos para que traten de adoptar políticas que podríamos llamar sanas, con independencia del partido político del que se trate.
TV/ff