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Vecinos cómplices, búsqueda sesgada: el crimen ritual de Marito Salto y por qué lo vinculan con el caso de Loan Peña

Los casos tienen similitudes: un niño que desaparece sin razón aparente, figuras relevantes del pueblo que en lugar de aportar información parecen generar situaciones distractivas para entorpecer la investigación, pruebas plantadas y la connivencia de personas cercanas al poder. Así sucedió con Marito Salto, un niño de 11 años asesinado en un crimen ritual perpetrado en 2016 por los poderosos del pueblo de Quimilí, Santiago del Estero, y ahora con Loan Peña, aunque con este último se mantiene la esperanza de que tenga otro desenlace. En las últimas horas, desde que empezó a hablarse de sacrificios hechos a santos y de altares a santos paganos, las coincidencias aumentaron. Incluso una versión lanzada por el abogado de dos de los detenidos en Corrientes volvió a traer el caso Marito a la memoria.

Marcelo Hanson, abogado de Mónica del Carmen Millapi y Daniel Ramírez, detenidos por la desaparición de Loan, recordó el homicidio atroz del chico de Quimilí durante un ritual a San La Muerte. Apuntó que Catalina Peña, la abuela de Loan, tiene un santuario sincretista. En una entrevista que dio hoy a LA NACION, la mujer contó que el almuerzo en el que desapareció Loan lo organizó en agradecimiento a San Antonio, por haberle concedido un pedido: que apareciera su celular perdido en mayo y que, a cambio, le sacrificaría dos gallinas. ¿Sería la comida que se sirvió en ese almuerzo?

En otra entrevista, Catalina contó que tiene un altar de Santa Librada, una santa pagana que en la región comparte cartel muchas veces con San La Muerte y con el Gauchito Gil. A todos se los considera “santos de palo”, hechos de palo santo. Además, porque no son reconocidos por la Iglesia católica. Santa Librada en algún momento sí estuvo oficialmente en el santoral, pero en 1969 fue “descanonizada”, cuando el papa Pablo VI decidió remover a los santos cuya existencia no estuviera probada.

Mario Salto, padre de MaritoLA NACION

La historia de Santa Librada, la santa favorita de la abuela de Loan es turbulenta. Era hija del rey de Gallaecia y Lusitana. Era nonelliza, es decir que nació junto a ocho hermanas. Tan doloroso fue el parto que la madre las dio a otra mujer. El padre había prometido a Librada (se llamaría así después) en casamiento a un musulmán, el rey moro de Sicilia. Para librarse de ese matrimonio forzado, ella empezó a rezar y a pedir convirtirse en “un ser repulsivo”. Así fue que dejó de comer, empezó a adelgazar, se le quebraron las uñas y le creció pelo en todo el cuerpo, desarrolló barba como producto del desequilibrio hormonal por la anorexia. El futuro esposo la vio, renunció al casamiento y dijo que había sido estafado. Librada se alegró de que sus oraciones fueran escuchadas, pero su padre la sentenció a muerte y la crucificó antes de cumplir 20 años. Por eso, es la única santa que se representa crucificada.

Con el tiempo, esta historia –que se cree fue una leyenda– empezó a convocar a devotos de todo el mundo que le piden que los libre de matrimonios no deseados o relaciones tormentosas. También es la patrona de “las fugas”, en el ambiente carcelario. En Corrientes tiene un santuario y miles de fieles que todos los 20 de julio hacen una procesión y celebran con una gran comida y bailes. Le hacen ofrendas: desde largas caminatas hasta mechones de pelo de sus hijos, siempre a voluntad, le dan lo que quieren.

Son varios los puntos en común entre ambos casos: un niño que anda lejos de la mirada de los padres, que termina siendo secuestrado. En el caso de Marito, se montó una escena con sus pertenencias en un lugar distinto al que fue capturado y durante los días siguientes se mantuvo a la familia y la policía –se cree que por connivencia con el poder político y judicial, algo similar a lo que se denuncia en el caso Loan– rastrillando la laguna, cuando se sabía que no estaba allí. Fue una maniobra distractiva, denunció la tía cuando se encontró el cuerpo.

La búsqueda de Loan en los alrededores de la casa de la abuela, en El Algarrobal, Corrientes, incluyó un despliegue que incluyó buzos de PrefecturaMarcelo Manera

El 31 de mayo de 2016, Mario Agustín Salto fue a pescar y no volvió. Por la noche, su familia denunció la desaparición. Todos los habitantes del pueblo lo buscaron en la represa. Su cuerpo apareció dos días después, descuartizado. Lo habían violado y torturado. Lo abandonaron en un basural en las afueras de Quimilí. La familia cree que se los mantuvo buscando en la represa varios días para mantenerlos lejos ya que en esas horas, se estaba llevando a cabo el ritual, que se habría hecho al aire libre. Incluso el homicida prestó su lancha para que lo buscaran en la laguna.

En septiembre de 2022, después de casi seis años de investigación, que incluyó realizar pruebas de ADN a todos los hombres del lugar sin ningún resultado, y tras 200 marchas de pedido de Justicia, el tribunal integrado por los jueces Alfredo Pérez Gallardo, Luis Domínguez y Daniela Campos Nittinge condenó a prisión perpetua al “mandamás” del pueblo, acusado de haber sido el autor de asesinato de Marito, dentro de un ritual satánico. Miguel Jiménez, a quien en el pueblo comenzaron a denominar “El Brujo”, y Rodolfo “Rody” Sequeira fueron condenados como responsables del homicidio triplemente calificado por alevosía, ensañamiento, privación ilegítima de la libertad y abuso sexual con acceso carnal. También hubo penas para distintos vecinos que actuaron como facilitadores, propiciadores y partícipes activos del ritual: 11 años de prisión a Ramón Rodríguez; tres para María Eugenia Montes, Ramón Ocaranza y Pablo Ramírez. Otros de los imputados, Daniel “Chicho” Sosa y Gustavo Daniel Hernández, fueron absueltos por el beneficio de la duda; mientras que para Daniel Gastón Ocaranza se dispuso tres años de cárcel con tratamiento psicológico.

También en el caso Loan, la Justicia detectó que había personas cercanas al poder político vinculadas, como el capitán de navío retirado Carlos Pérez y la entonces funcionaria municipal María Victoria Caillava, hoy bajo la lupa de los investigadores, que apuntan al rapto del menor para ser entregado a una red de trata. Llama la atención que ambos estuvieran en ese almuerzo y que presuntamente participaron en persona de la maniobra de desaparición del menor.

¿Cuál fue la principal prueba para resolver el caso Marito? Un manuscrito encontrado en la mesa de luz de Jiménez. Allí figuraba el nombre del niño marcado con un círculo y, a continuación, la leyenda “Ya tengo su virilidad, su juventud, su fortaleza”. En otro papel, se leía: “Dame lo que te pido”. Esta y las otras pruebas del hecho fueron halladas por los perros de la Brigada K-9; en el caso Loan, también se utilizan perros para la búsqueda y hallaron rastros claves. Una hipótesis de la condena: un pacto de sangre, un sacrificio humano, Marito como la ofrenda, a cambio de un favor que San La Muerte debía conceder.

Se encontraron dos patrones genéticos en la ropa interior de Marito y bajo las uñas. Dos ADN que pertenecen a una misma patrilínea. Los violadores eran hermanos o familiares. Pero ninguno de esos patrones coincidió con los de los condenados; tampoco con los de los más de 3000 hombres de Quimilí que fueron sometidos a una masiva prueba genética, con la esperanza de dar con el culpable.

Jiménez tiene 64 años y once hijos por toda la provincia. Era un productor de algodón, peronista, con llegada al poder durante los años del Juarismo, que después de la caída de ese caudillo santiagueño extendió su influencia, al mismo tiempo que la droga se convirtió en un problema serio para esta localidad, con aviones narcos que sobrevuelan los campos del sureste de esa provincia y bombardean cargamentos de droga.

Dos días después de la desaparición de Marito, mientras el pueblo buscaba en la laguna, a un baquiano le llamó la atención que uno de sus perros tiraba de una bolsa. Paró y se encontró con el horror: asomaban una mano y un brazo. Así encontraron al niño.

Durante el primer año y medio, la causa casi no tuvo avances. Hasta que Santiago Luna, un payador de La Pampa, pasó por allí y subió un video a YouTube. Lo vio Marcos Herrero, el entrenador de perros de la Brigada Canina de Río Negro. Él se puso en contacto con la familia de Marito para que pidieran una búsqueda con perros. La huella odorífica, dijo, permite a los animales identificar lugares y objetos hasta cinco años más tarde. Así, hace siete años, Alcón y Duke llegaron al pueblo y, tras oler la ropa del menor, empezaron un raid que les marcó a los investigadores pruebas clave: cuchillos, manchas de sangre, atados de brujería, huesos y otras pistas escalofriantes. La llave fueron los manuscritos, que aportaron datos sobre el ritual.

Fue en noviembre de 2017 cuando los perros llegaron hasta la casa de Jiménez. Alcón marcó un placard, en el comedor. Los policías lo abrieron. Aparecieron figuras de San La Muerte y artículos periodísticos del caso. En la mesa de luz, había un manuscrito en el que se leía “Ya tengo su virilidad, su juventud, su fortaleza”. En otro papel se reclamaba: “Dame lo que te pido”. Llevaba las firmas de Jiménez, de Rody Sequeira (el hombre que se sospecha lo secuestró en la laguna) y de Rodríguez. La policía allanó la casa. En el quincho se encontró una habitación con un altar a San La Muerte, un gancho de carnicero y, en el piso, una gran mancha. Jiménez argumentó que era el lugar donde colgaba salamines.

Por el crimen de Marito Salto, se realizaron pruebas de ADN a todos los hombres de Quimilí sin ningún resultadoRicardo Pristupluk

También fue detenida la mujer de Jiménez, Arminda Díaz, directora del colegio al que había asistido Marito; pasó tres años en prisión y finalmente fue liberada. Antes, la causa casi no había tenido avances: ni hipótesis, ni sospechosos. Solo una lista de testigos que declaraban no haber visto nada. La primera autopsia apenas tiene una carilla y media; no registró que al cuerpo le faltaban una vértebra y los genitales. Cuando el primer juez de la causa, Miguel Ángel Moreno, fue destituido, viajó a Buenos Aires y presentó un escrito ante el juez federal Claudio Bonadio para denunciar que el caso se vinculaba con el narcotráfico y para pedir protección. Esa línea no prosperó.

“‘Dame lo que te pido’, decía la nota. ¿Qué pidieron a cambio? Y eso es lo que se tiene que preguntar la Justicia. Esto ha sido un cóctel de connivencia, droga, trata, política y brujería”. Quien dijo eso durante la investigación del homicidio fue la hermana Marta Pelloni, que hace 30 años con el caso María Soledad Morales se convirtió en la insignia de la lucha contra la impunidad en los feudos provinciales. “No es casual el lugar en el que se instala el culto al demoníaco San La Muerte, ni tampoco la persona elegida para la ofrenda. La droga está siempre presente en ese culto, y no puede entrar en una ciudad si no tiene el aval y la connivencia de quienes comparten el enriquecimiento. Yo pregunto: ¿qué pidieron a cambio de la muerte de este niño?”, sostuvo.

Las cartas y el ritual a San La Muerte

Jiménez siempre estuvo cerca de la familia Salto después del asesinato. Iba a las marchas, pedía justicia por el crimen. Recién un año y medio después, cuando los perros encontraron las pistas en su casa, los vecinos dejaron de creer que era el vecino más solidario.

¿Por qué no lo llama a Jiménez y le pide la lancha?”, le sugirió a Marta, la tía de Marito, uno de los compañeros del chico. El 31 de mayo de 2016 ya estaba oscuro y el niño no aparecía. Marta se puso al frente de la búsqueda. Hizo una cadena telefónica con los compañeros. Se reunieron en la laguna. La policía ya estaba ahí. Habían encontrado las cosas con las que el chico había ido a pescar: la caña, la lata, la bicicleta. Pasaron toda la noche surcando la laguna, moviendo con palos cualquier elemento que flotara. Entonces decidió llamar a Jiménez, quien la atendió enseguida. Le dijo que no estaba en Quimilí, sino en Santiago, pero que sí les prestaba la lancha, que un capataz se las iba a llevar y que lo mantuvieran al tanto.

Las madres y los chicos se metieron con la luz de los celulares al monte, se llenaron de espinas, pero no encontraron nada. “Tenemos que desagotar la represa”, propuso un vecino. “Después me di cuenta de que nos estaban entreteniendo. Nos querían mantener en la laguna, mientras en otra parte del pueblo, en algún lugar al aire libre, se estaba llevando a cabo el ritual satánico”, afirmó Marta.

Hubo 200 marchas en reclamo de justicia por el asesinato de Marito SaltoRicardo Pristupluk

Algo similar ocurrió en el caso Loan. Incluso Walter Maciel, el comisario de 9 de julio que estuvo en un primer momento a cargo de la pesquisa, está detenido y se lo investiga por encubrimiento. Se sospecha que mientras se alentaba la hipótesis de que Loan estaba perdido en el naranjal, esto habría dado tiempo a Pérez y a Caillava para subir a su camioneta, viajar a 9 de Julio, cambiar de auto por un Ford Ka y viajar a Resistencia, Chaco, con el niño.

Tanto en Corrientes como en Santiago del Estero, la siesta es asueto. No necesariamente se duerme, se para. Se deja de hacer para esperar que pase el calor. Buena parte de la trama del crimen de Marito transcurrió mientras la mayoría de los santiagueños no veía lo que ocurría fuera de su casa. Lo mismo ocurrió con Loan.

Aquel día durante la siesta a Marito lo secuestraron de la represa. Lo torturaron y lo asfixiaron, pero no murió. Despertó más tarde, quizás en medio del ritual, cuando intentaban desmembrarlo, según determinó la segunda autopsia hecha en Buenos Aires. Todavía estaba vivo cuando recibió hachazos en las piernas. Un manuscrito encontrado por los perros en la casa de la exmujer de Sequeira describe cómo pudo haber sido aquel horror. Lo dibujan cabeza abajo, colgando de un árbol seco. También escribieron su nombre en una especie de altar, de lugar del sacrificio. El dibujo tiene una serie de números que se repiten en otros manuscritos y que parecen indicar una secuencia. Uno es la laguna. En el dos hay una mesa en la que se lee “chango Marito” y, abajo, “banquete de la vida” y “sacrificio de Marito”.

Los perros encontraron otro manuscrito con frases desordenadas. “Chango virgen” y al lado el nombre “Marito”, en un círculo y con un check. “Llevar vino, azúcar, caña, yerba, ropa blanca”. También dice: “Familia vigilada. El chango sale solo siempre. Todo el día pesca”. Y en la esquina detalla: “Policía, fiscal, cámaras, arreglado”.

Así fueron siguiendo, por las casas de los imputados, después procesados y condenados. En todos había cartas, mensajes que aludían a Marito. Pero ¿por qué esas personas habían conservado en sus casas las pruebas que los incriminaban? La Justicia tiene una teoría: parte del ritual en el que mataron a Marito implicaba que un participante llevara un registro gráfico de todo lo que ocurría. Esto es una característica del culto a San La Muerte, que también apareció en el sacrificio humano del que fue víctima Ramón González, un chico de 12 años en Corrientes, en 2006. El pacto debía sellarse con sangre. La Justicia convocó a un antropólogo especialista en sectas para que interpretara. Es muy probable que quienes participaron en el ritual no solo bebieran la sangre de Marito; se cree que además secaron y consumieron el pene. Y que habrían usado la vértebra que faltaba para tallar una imagen.

¿Por qué lo eligieron a él? Tenía que ser un chico virgen y bautizado por la Iglesia Católica. No servía la ofrenda si era evangélico: mientras que los católicos rocían solo la cabeza, los evangélicos sumergen todo el cuerpo. Por eso, la cabeza fue lo primero que se descartó para el rito satánico. A la vez, parte del pacto de sangre implicaba que los participantes conservaran consigo los manuscritos. Destruirlos traería la maldición para ellos y para toda su familia.

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