La posibilidad de que Estados Unidos prohíba TikTok tensa el aire entre los creadores de contenido, músicos y emprendedores. ¿Qué efectos colaterales podría tener esta medida restrictiva en la Argentina?
La plataforma china cambió el paradigma de los videos musicales, fijó los límites del entretenimiento y la publicidad online. Sin embargo, el ultimátum de Estados Unidos le augura un futuro incierto que podría desencadenar una onda expansiva en la región.
En este contexto de tensiones geopolíticas y sospechas de espionaje, el aura de protección que rodea a TikTok podría evaporarse y ser arrastrada a un remolino ciego, como ya le sucedió a Huawei.
“No creo que TikTok se termine. La duda es si el pasaje será hacia un modelo chino o una versión norteamericana reconvertida. En caso de que se cumpla la prohibición, como sucedió en India, serán sus competidores directos –Instagram y YouTube- quienes se verán beneficiados”, señaló Juan Marenco, CEO de Be Influencers.
La aplicación, que democratizó la creación y distribución de contenidos entre los jóvenes, también dejó muchas puertas abiertas en materia de privacidad y desinformación, con una filosofía centrada en la depredación de datos personales.
Por estos y otros descuidos, podría tener los días contadas después de que la Cámara de Representantes diera luz verde a un proyecto de ley que obliga a la empresa ByteDance a traspasar todos sus activos a un inversor estadounidense.
De entrar en vigencia este dictamen, le daría a la red social china cinco meses para cortar lazos con su casa matriz. En caso de rechazar esta exigencia, la primera medida sería impedir que las tiendas de Google y Apple faciliten su descarga. En el resto de los países, seguirá operando con normalidad.
El proyecto de ley también impediría a la empresa controlar la fórmula secreta de TikTok: el algoritmo que envía a los usuarios videos basados en sus intereses y que ha convertido a la plataforma en un suceso que marca tendencia.
El ascenso vertiginoso de TikTok
En las métricas de audiencia, las plataformas estadounidenses no consiguen igualar la aceleración de TikTok. Y si bien quedó bastante abajo en el número de usuarios, supera ampliamente a sus rivales en horas de pantalla, al menos en Argentina.
La más popular es Facebook que, según Statista, alcanza los 3.065 millones, con un promedio mensual de 930 minutos. Instagram tiene 2.000 millones y le dedican unos 1.056 minutos. TikTok llega a los 1.582 millones, con una exposición de 1.206 minutos.
Su secreto está en no entrelazar su algoritmo de recomendaciones alrededor de las “comunidades”, como hacen Facebook e Instagram. En lugar de beneficiar a determinadas publicaciones por su desempeño, prioriza la elección individual de las temáticas.
A través de este método de clasificación más predecible, da la sensación de que en TikTok es mucho más simple conseguir el abrazo de un éxito, sin importar la cantidad de seguidores que uno tenga atrás.
De hecho, la plataforma rompe con la lógica del influencer y apuesta por una selección de contenidos personalizados, que se van adaptando y evolucionan, según las preferencias del consumidor. No hay dos personas que vean la misma combinación.
Esa programación individual y masiva (“For you”) provoca una sensación de adicción que reconfigura la relación con el tiempo. Algo que es poco habitual en los otros competidores.
La música, el fuerte de TikTok
En América del Sur y el mundo, TikTok inició una abrupta transformación musical, encendiendo estrellas, girando perillas y rescribiendo la fórmula con la que se confeccionan los hits.
En esta era digital, los artistas ya no están preocupados en producir álbumes y sencillos sino en captar ese momento TikTok. Un clip ingenioso, una edición inteligente o un concepto único, pueden hacer que una canción se convierta en un fenómeno viral.
A diferencia de YouTube, que ayuda a mover los engranajes de la industria discográfica, TikTok apuntó sus algoritmos al otro extremo de la pirámide: los artistas emergentes.
Al eliminar los intermediarios y fomentar la participación activa del público, un track pegadizo puede conducir a su creador -tras una metralleta de clics- a un aumento significativo en la escala de la popularidad.
Además, para los artistas, mantener una presencia constante en la plataforma, se está convirtiendo en un requisito ineludible. Sobre todo, para los que pretendan construir una base de seguidores sólida.
Sin embargo, a los ya consagrados, como ocurrió con Taylor Swift, les resulta un fastidio tener que alimentar a esa bestia que todo lo engulle. Una condición que no rige en YouTube.
Incluso, la estrategia que ponen en práctica muchas bandas es distribuir los cortes promocionarles de sus propios clips para generar tráfico a Spotify y otros servicios de streaming.
El problema es que, las tendencias musicales de esta red, suelen ser efímeras ya que cambian rápidamente de dirección. Algo que dificulta una presencia constante de los músicos.
Las contradicciones del sistema
A lo largo de su historia, Estados Unidos abogó por una Internet abierta, bajo la premisa de que la red no debe estar regulada y los datos fluyan sin ataduras.
Incluso, en varias ocasiones se opuso a la censura del internet en algunas regiones y llegó a financiar software para que la gente en Estados totalitarios pueda eludir las barreras digitales.
En la actualidad, organizaciones que promueven los derechos digitales siguen las instancias de este proceso y se sorprenden de cómo las medidas contra TikTok contradicen aquellos principios de una red sin condicionamientos.
Muchos de los que se oponen a la ley de TikTok sostienen que la mejor manera de proteger a los consumidores estadounidenses es implementar una ley federal integral de privacidad de datos que afecte a todas las empresas, independientemente de su origen.
También señalan que Estados Unidos no ha proporcionado pruebas públicas que demuestren que TikTok comparte información de usuarios estadounidenses con las autoridades chinas o que funcionarios chinos hayan modificado alguna vez el algoritmo.
Entretanto, ByteDance aduce que esto representa una violación a la libertad de expresión de los 170 millones de personas que son usuarias de la app en Estados Unidos. Y resalta que esta medida afectará la economía de millones de negocios locales del país.
Cuatro años atrás, Donald Trump intentó prohibir la app alegando preocupaciones de seguridad nacional y privacidad de datos, lo que llevó a intensas negociaciones de venta.
Lo curioso es que hoy, el exmandatario se opone a la opción de venta porque considera que beneficiaría a Meta-Facebook, pero también porque descubrió que puede transmitir de forma directa sus mensajes a los jóvenes, tras la pérdida de popularidad de X.
SL