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Como se prepara algo ruidoso, hay un silencio especial el primer día en la colonia de rock exclusiva para infancias y adolescencias mujeres y transgénero. Las asistentes producen un mutismo -si eso es acaso posible- contenido, como si su timidez y expectativa ya hubieran empezado su proceso. Y una, que es grande, ya lo sabe. Todo aquello que inflamos más allá de sus límites termina por explotar.
Ese es precisamente el objetivo. Las organizadoras y voluntarias de Chicas Amplificadas saben del descontrol, lo aman, le rezan, le dedican su vida. Muchas de ellas vienen del punk under bonaerense, como Lucy Plath, Lulú Yé-yé y Paola “Poppy” Fernández. Pero también entienden la ternura necesaria. Para hacer música siendo mujer y no agotarse en el intento, hay que construir espacios seguros y amorosos. Muy cerca del amor está eso, la explosión de la rabia.
Fuera de los lugares comunes
Corren las vacaciones de invierno. La República de los Niños, la calle Corrientes, las plazas y los parques se pueblan de familias en búsqueda de entretenimiento. Las compañías cinematográficas hacen coincidir sus estrenos con el receso escolar y, efectivamente, la oferta es vasta. Y está bien que así sea, porque la demanda es intensa, los chicos se aburren fácilmente. Si no te vas de vacaciones a otro lado, en Buenos Aires hay cosas para hacer. Sin embargo, las actividades para las infancias, como todo, tiene algunos lugares comunes.
Pero también está el Instituto Secundario Martín Coronado en Tres de Febrero donde se lleva adelante Chicas Amplificadas. Es temprano y hace frío. Los punkies criollos que conocemos pueden ser sus abuelos y algunos ya no están, pero acá suena la latencia como el zumbido de un amplificador que todavía no tiene ningún cable conectado. Están curiosas, tienen entre 7 y 17 años y llegan por una propuesta tan distinta como tentadora: van a formar una banda. Por alguna razón, todavía en 2024, una nena que quiera hacer eso es algo excepcional.
El cuestionamiento de los colores, los personajes y las referencias accesibles a las infancias femeninas y trans no es un capricho o un odio injustificado. Los feminismos han identificado los peligros de sedimentar límites tan pequeños para las futuras mujeres. La comediante australiana Hanna Gadsby plantea en Nanette, su stand-up publicado en Netflix, la idea de una “feminidad incorrecta”. Y se identifica con ella a partir de varios aspectos de su personalidad: es lesbiana, tiene el pelo corto y le gusta el azul. Nada dañino, se podría pensar. Sin embargo, la consecuencia, cuenta, fue haber sufrido una golpiza por parte de un varón violento. “Soy una feminidad incorrecta, y eso es una ofensa condenable. Ser diferente es peligroso”, dice.
En esa línea trabajaron Gabriela Larralde y Myriam Cameros Sierra su libro Bestiario secreto de niñas malas -Planeta, 2018-. En la portada se repite muchas veces una frase en cursiva con una grafía infantil: “Todas las niñas son buenas”. Hacia el final, las palabras “son buenas” está tachado, lo que adelanta el compendio de minihistorias que contiene. Las nenas de este libro no son lo que se espera que sean. Se portan mal, escuchan heavy metal, odian el color rosa y hasta aparece una historia real, la de Luana, la primera nena trans en recibir su DNI con género femenino en Argentina.
La propuesta es presentar la posibilidad de explorar los bordes de la norma para la que las mujeres, y sobre todo en su etapa formativa, siguen siendo el blanco perfecto. Cuando se publicó el libro, sus autoras dieron varias entrevistas en las que plantearon que dependiendo la época, ser una niña mala podía ser simplemente no querer usar pollera. “Toda niña es feminista porque ninguna persona podría ir contra sí misma si no fuera parte de este sistema que legitima la desigualdad y la violencia”, decía Larralde en una entrevista en Página 12 en ese entonces. Por lo tanto, la maldad, como resistencia política, no es otra cosa que el ejercicio de la libertad. Y si el punk no es el grito arenoso contra la privación de derechos, ¿el punk adónde está?
Día a día de la colonia: cómo formar una banda
Chicas Amplificadas forma parte de una red regional de acciones similares que se realizan en Brasil, Perú y Paraguay. Asimismo, integra también la red internacional de campamentos de todo el mundo: Girls Rock Camp Alliance. Así lo cuenta Melisa Martí, una de las organizadoras, en diálogo con LA NACION. “En Estados Unidos hay y en Europa también. Al principio, en 2026, comenzamos con talleres de un día donde enseñábamos una canción y a partir de 2018 lo transformamos en colonia”, cuenta.
Durante una semana, las infancias y adolescencias interesadas en aprenden a tocar un instrumento, forman una banda, crean una canción y ven shows de referentes musicales mujeres y disidencias. Además, se ofrecen talleres de arte, expresión corporal, stencil -para hacer las remeras, flyers y logos-, educación sexual integral y autodefensa, entre otros. “Este año van a venir a visitarnos algunas artistas que no puedo adelantar porque son sorpresas, pero es gente grosa”, dice Melisa. Al final, hay un show de cierre con la presentación en vivo de las bandas conformadas.
Amplificadas es también el nombre del documental dirigido por Sonia Bertotti y Verónica Facchini. El film muestra las actividades de los talleres día por día y las pone en diálogo con el Festival Dilda, un ciclo musical ejecutado por mujeres cis, lesbianas, travestis, personas trans y no binaries. En él también aparecen figuras del rock nacional como Barbi Recanati y Marilina Bertoldi, dos de las más emblemáticas artistas reivindicadoras de las causas feministas en nuestro país.
En una de las escenas en la colonia, aparece Melisa Martí a cargo del taller de guitarra. Son los primeros días del ciclo y a una nena se le escapa un suspiro ruidoso y espontáneo cuando le dan la noticia: va a poder componer su propia canción. “Lo más hermoso que vemos es la transformación —dice Melisa—. Llegan con sus camperitas, algunas con miedo, tímidas, y el día del concierto son otras personas. Hay realmente un cambio en su identidad”.
Se arman los grupos que cuentan con una baterista, una guitarrista, una tecladista y una o más vocalistas. Más adelante, en el proceso de escritura se busca que planteen sus preguntas como motor creativo para la composición de sus canciones. La consigna apunta a los asuntos que les preocupan a las mujeres. Entonces aparecen las listas: ¿por qué amo el color negro? ¿por qué no me gusta la ropa de mujer? ¿por qué a mi mamá no le gusta el metal? ¿por qué me pegan? “Quisiéramos tener todas las respuestas”, suspira una tallerista.
Están vestidas de negro, se maquillan, se pusieron tachas, cuero, tienen sus remeras decoradas con el logo de su banda y están listas para dar su gran show. Si bien algunas vienen de familias en las que se escucha el género o incluso están familiarizadas con algún instrumento, otras no. Entonces hay un encuentro que amalgama las más variadas percepciones de la música.
Los nombres de las bandas que se formaron en 2023 son el híbrido perfecto entre la inocencia y la rebeldía: Pollito sanguinario, Panda de rock, Michi unicornio fachero, Las Tormentas, AmpliRockstars y Fucky fantasy. “¡No me importa tu opinión!”, “Quiero seguir mi instinto” y hasta “No nos amenacen” son algunos de los versos que cantan con una potencia que se asemeja al grito.
Este año, la colonia se realizará entre el 15 y el 19 de julio y culminará con un show de cierre que se llevará a cabo el sábado 20 de julio con la presentación en vivo de las bandas conformadas.
Sin filtro, con riffs revoltosos, una propuesta contracultural que en su transición hacia lo femenino se hizo aún más interesante. Lo adelantaba Marjane Satrapi en la novela gráfica Persépolis -el relato del surgimiento de la llamada Revolución Islámica en los 70 a través de los ojos una niña- y lo confirman decenas de infancias mujeres y transgénero que año a año llenan el cupo limitado de Chicas Amplificadas: el punk no murió.