Todos sabemos que Maquiavelo, cuando miraba la política, decía que había dos factores que son la clave del éxito de un líder. Uno es la habilidad, lo que los toscanos de aquella época llamaban virtú, la pericia, el saber hacer. El otro factor que determina el éxito o el fracaso de un político es la fortuna, la suerte. Hay un autor que se llama Michael Ignatieff que escribió El fuego y las cenizas, un libro en el que cuenta su campaña, con poco éxito, para primer ministro de Canadá. Allí, él interpreta esta idea de Maquiavelo sobre el papel de la suerte y explica que no es la suerte de los dados. La fortuna de la que habla Maquiavelo es la capacidad del líder para entender cuándo es el momento. La fortuna de Maquiavelo significa ‘timing’. Hoy la escena política y económica de la Argentina están entrelazadas por el cuándo: ¿cuándo hay que hacer algo crucial?
Uno diría que la primera respuesta superficial a esta pregunta alude a, por ejemplo, cuándo levantar el cepo, cuándo eliminar la multiplicidad de tipos de cambios que generan una brecha entre el oficial y los paralelos. Esa brecha, si se amplía, genera una expectativa inflacionaria, se vuelven a mover los precios y, con eso, tiembla el piso del Gobierno. El oficialismo está asentado sobre la reversión y derrota de la inflación. La distancia entre los tipos de cambio -que cifra el éxito o el fracaso del Ejecutivo en derrotar a la inflación- se transforma también en un distanciamiento político. Los aliados del Milei, actuales o potenciales, se acercan o se alejan según ven que el Gobierno tiene éxito o fracaso en derrotar a la inflación. Hay una brecha cambiaria que se proyecta entonces en una brecha política. Quiere decir que el problema no es solo cuándo levantar el cepo, sino además cuándo constituir un oficialismo, una alianza. Cuándo operar sobre la política para configurar una nueva estructura de poder, que está siempre por darse, pero no termina de consolidarse por las inquietudes económicas que rodean al Presidente.
Al Gobierno, en términos de opinión pública, le sigue yendo bien. Si miramos la encuesta de julio que realiza la consultora Poliarquía, que lideran Alejandro Catterberg y Eduardo Fidanza, detecta que la consideración favorable al Gobierno está en 57%. A ellos no les interesa tanto si es un número alto o un número bajo. Es un número que equivale a lo que sacó el Gobierno en la elección. Lo que les interesa es la estabilidad de ese número. Eso es raro. Pareciera que las expectativas de la gente respecto de Milei están en un orden de 56 a 58% en los últimos siete meses. Y en julio esa adhesión es del 57%. ¿En qué se basa? Aparentemente, todo el edificio de adhesión al Gobierno tiene sus cimientos en que solo el 27% de la gente está preocupada por la inflación como fenómeno intenso. ¿Qué nos indica el número 27% y por qué es importante? Porque en diciembre el 94% de los consultados por Poliarquía alertarban por la suba de precios. Significa que hay una relación directa, y esto está bastante extendido entre todos los analistas de opinión pública, entre la inflación y el éxito de Javier Milei. La derrota de la inflación es el gran activo de este Gobierno. Y es por eso que existe otro número al que hay que prestarle atención: la perspectiva de mayor inflación en el futuro. Un número que se movió. En consecuencia, Catterberg y Fidanza señalan que Milei está en muy buena situación en términos de adhesión de la opinión pública, pero ojo, porque los que creían que en el futuro iba a reanimarse la inflación pasaron de ser el 21% el mes pasado a 27% este mes. Empieza a haber entonces alguna preocupación sobre la posibilidad de un rebrote inflacionario, lo que inquieta a Milei y lo lleva a pelear contra la brecha cambiaria.
Hoy se conoció también el Índice de Confianza en el Gobierno de la Universidad Di Tella. En base al trabajo de esa casa de estudios, el economista Fernando Marull realizó una comparación entre dicho índice y los resultados electorales obtenidos por Néstor y Cristina Kirchner, Mauricio Macri, Alberto Fernández y Javier Milei. Durante las elecciones, mientras Fernández continuaba como mandatario, el índice de confianza era del 37%. Con el desembarco de Milei en Casa Rosada, ascendió al 57%. Desde ese momento hasta ahora, cayó al 47%. Respecto del mes pasado, la caída fue del 3,7%. Este fenómeno da a entender que hay una pequeña frustración de la gente con la gestión del Presidente.
El Gobierno mira todo esto y va sobre la brecha. Y logra tenerla relativamente controlada. Si nos retrotraemos al viernes pasado, la brecha entre dólar oficial y el Contado Con Liquidación (CCL) estaba en el orden del 41,36%. Este lunes estuvo en 41,16%. Bajó 20 décimas. ¿Cómo se controla la brecha? El Gobierno lo explicó en los anuncios de hace una semana atrás: toman reservas del Banco Central, que son los dólares de los exportadores que compraron emitiendo pesos, e intervienen en el mercado de cambios. Los que tienen bonos advierten: “Pero entonces, si se están gastando las reservas, ¿me pagarán los bonos?”. En respuesta a ello, hace dos domingos, el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, pidió a los bonistas que se queden tranquilos porque el Tesoro ya compró todos los dólares necesarios para pagar en enero los intereses de la deuda que vencen ese mes. Se abren dos dudas sobre esa decisión. La primera es la de los que dicen que Luis Caputo decide asegurarle a los bonistas que él ya tiene la plata para pagarles, y para ello emplea dólares de las reservas del BCRA. Ahora bien, ¿esos dólares de quién son? En un 80%, los dólares líquidos que tiene el Banco Central son de depositantes. Son encajes de los bancos y pertenecen a aquel que deposita dólares en una cuenta. Ese es otro acreedor del BCRA, y del Gobierno en todo caso, y espera que le devuelvan ese dinero. Entonces, tiene derecho a preguntarse por qué lo relegan como acreedor y utilizan sus dólares para asegurar el cobro a los bonistas, cuando tienen tanto derecho a esos dólares como ellos.
La segunda pregunta es más delicada y menos teórica. Se la plantean algunos abogados expertos en finanzas y, sobre todo, en pleitos internacionales de carácter financiero. ¿Dónde fue la plata que Quirno dice que está reservada para pagarle a los bonistas? A un depósito en el Bank of New York. El fondo Burford, que le reclama al Estado argentino por la estatización de YPF con la familia Eskenazi prendida detrás a ese reclamo, ¿no podrá pedir el embargo de esa plata? Esa duda está abierta. Los especialistas legales remarcan que el juez Thomas Griesa, cuando se estaba discutiendo el tema de los holdouts en el mismo juzgado que hoy conduce Loretta Preska, estableció una cláusula de paridad entre acreedores muy amplia. Y cuando Axel Kicillof le quiso pagar los bonos a un grupo de acreedores que tenían bonos vigentes, Griesa le advirtió que si les pagaba a ellos, lo mismo debería hacer con los holdouts. Si se impusiera este criterio, y esperemos que Caputo y Quirno lo hayan contemplado, hay un riesgo de embargo por 16 millones de dólares de ese depósito que el Gobierno, para tranquilizar a los bonistas, mandó al Bank of New York la semana pasada. Sería rarísimo que ellos, que son expertos en Finanzas, no lo hayan previsto.
Estamos con muchos signos de interrogación sobre la cuestión financiera, que es un aspecto técnico pero que toca la política. Hablamos de tenencia de dólares por parte del Banco Central y una dualidad del tipo de cambio que se deriva finalmente en el nivel de inflación en el cual se sostiene el prestigio de Milei.
El Gobierno observa toda esta película cambiara con una apuesta bastante razonable. En noviembre viene papá a rescatarnos: Donald Trump. El Ejecutivo supone, con bastante lógica, que si Trump gana, Milei va a ser prácticamente el único aliado que el ahora candidato del Partido Republicano pueda tener en la región. Habrá que esperar y ver qué pasa el próximo domingo, día en el que se celebran elecciones de máxima importancia en Venezuela y donde Edmundo Gonzalez Urrútia tiene chances de derrotar a Maduro. A Trump le ha ido muy bien, no solo por el atentado que lo victimiza y le permite ir hacia el centro con un discurso más moderado, sino también con la elección de su vicepresidente, J.D. Vance. Hay muchos analistas que creen que Vance le suma mucho más que el atentado. Y le ha ido muy mal a Joe Biden, que decidió renunciar a la candidatura después de mucha presión. ¿Pueden los demócratas recuperarse? Gran signo de pregunta. Todo indica que la apuesta del Partido Demócrata será Kamala Harris, que ha sido muy criticada como vicepresidenta durante toda su gestión. Hay un observador y analista internacional, Carlos Ruckauf, que sostiene la siguiente tesis: “Casi la única jugada que tienen los demócratas es que Biden renuncie a la presidencia, que Harris tome su lugar con toda majestad, y que se unifique toda la interna detrás de esa nueva presidenta, a quien mostrarían como la salvadora de la patria frente al avance del republicanismo trumpista”. Es pedirle demasiado a la interna demócrata. Es casi una sugerencia de que el triunfo de Trump es inevitable.
Trump puede ganar y gestionar un auxilio monetario en dólares para Milei. Pero para eso hay que esperar al 20 de enero, que es cuando asume el próximo gobierno de Estados Unidos. En junio de 1959, cuando Álvaro Alsogaray lanzó su plan dijo: “Hay que llegar al invierno”. Milei debe estar pensando: “Hay que llegar al verano”, porque esas soluciones empezarían a gestarse a principios del año que viene. Mientras tanto, Milei analiza el mundo y mira el Fondo Monetario Internacional (FMI) como si ya tuviera el respaldo de Donald Trump ganador. Y por eso es que abre conflictos. Por ejemplo, con Rodrigo Valdés, que es el responsable del programa argentino.
Hace poco tiempo, después de que salga la Ley Bases del Congreso, se suponía que iba a haber un relanzamiento del Gobierno en materia de gestión, con decisiones y novedades que modificaran la vida diaria de la gente. Hubo un relanzamiento del Gobierno, pero basado en conflictos. Se peleó con la vicepresidenta, con el FMI. Se peleó, con información bastante resbaladiza, con el Banco Macro. Acusó a la entidad de un “golpe” por haber ejecutado puts que le permitieron acceder a unos pesos que, según se afirma en el mercado, después destinó a comprar Lecaps o a devolver depósitos del propio banco. Sin embargo, el Presidente cree que salieron a comprar dólares. Lo que sería imposible porque es ilegal. Lo cierto es que vislumbramos una seguidilla de conflictos, como si el relanzamiento del Gobierno fuera un relanzamiento muy agresivo.
Sí hubo un rediseño de la administración Milei que tiene que ver con la salida de Nicolás Posse. Su desvinculación llevó a la Jefatura de Gabinete a Guillermo Francos, que va en contra de todas estas tendencias al conflicto. También se le dio gran poder a esta especie de titiritero que tiene el Gobierno dentro de sí, que es el asesor presidencial, el “Mago del Kremlin”, Santiago Caputo. En el centro del esquema de poder de este oficialismo está Milei como líder o, más bien, como profeta, como el vocero de una ideología; pero en la operación cotidiana, el verdadero dueño del poder, el administrador, es Santiago Caputo, alguien en quien Milei confía con razón. Porque fue quien lo descubrió en 2018. Fue él quien dijo que “todo lo que está pasando en el no peronismo ya fracasó”, cuando todavía no había terminado el gobierno de Macri, y pensó en que había que apostar por otra cosa. Caputo fue quien descubrió a Milei, lo asesoró, y lo guió para tener un gran desempeño en las elecciones de 2021, y colaboró para que tuviera un gran resultado en 2023, lo que Milei agradeció con una gran delegación de poder como pocas veces se ha visto. Caputo maneja la SIDE, donde colocó a un hombre de su confianza; maneja el Ministerio de Salud a través de otro hombre de su confianza; también opera en la Justicia mediante un amigo de la infancia, que es el segundo de Cúneo Libarona, Sebastián Amerio, quien realmente está a cargo del Ministerio y actúa como delegado del Gobierno en el Consejo de la Magistratura; controla toda el área de privatizaciones. Colocó, junto con su tío segundo, Luis Caputo, al nuevo responsable de Energía, Daniel González; controla el área de Transporte, con especial atención en ferrocarriles, y maneja las telecomunicaciones, en un área en la que se encuentra el Enacom.
Cuando se observan los detalles simbólicos, se advierte que tiene un poder extraordinario, ya que en el Gabinete dicen que el único que puede llegar tarde a las reuniones es Santiago Caputo, y Milei no se molesta; él es el único que puede tener el celular encendido y chatear. Son detalles, pero en el mundo de Milei parecen ser prerrogativas inaccesibles para cualquier otro.
Respecto a las telecomunicaciones, este lunes se ha conocido que la intervención en el Enacom – que Caputo maneja a través de Juan Martín Ozores – se renovará por otros seis meses como estaba previsto en el DNU que le dio origen. Mientras tanto, quedan pendientes reformas en ese sector de las telecomunicaciones, que todavía no se produce. Ozores y el directorio prometen una gran reforma, y hasta ahora la única propuesta concreta es una minoritaria, presentada por un solo director, un abogado especializado, Alejandro Pereyra, quien ha presentado un proyecto de reforma integral con medidas muy innovadoras de desregulación. Sobre todo en lo que respecta al manejo de los 160 millones de dólares del Fondo de Servicio Universal, un fondo al que todos los usuarios contribuyen cuando contratan un servicio de internet o telefónico, y que se usa para extender las telecomunicaciones donde el mercado no llega. La administración de ese fondo ha sido un desastre total durante años, especialmente bajo la gestión anterior dominada por Sergio Massa, debido a la arbitrariedad en el manejo de esos recursos. Pereyra propone que esto se realice bajo una lógica de mercado interviniendo entidades bancarias, simplificando los conflictos entre proveedores y clientes, así como los conflictos por transferencias de licencias. Habrá que ver qué hace el Gobierno con esta propuesta, la única que existe hasta el momento en un sector tan importante, ya que los grandes operadores de telecomunicaciones están observando de cerca lo que la administración de Milei hace en esta área. Especialmente, están atentos a Santiago Caputo y sus amigos porque sospechan que podría haber movimientos en la gestión de una empresa crucial, Arsat, la empresa de satélites, que podría perjudicarlos. Me refiero a Telefónica, Telecom y Claro. Telecom es particularmente importante porque cuenta con el respaldo del grupo Clarín.
Están preocupados por Arsat debido a su valioso patrimonio, que incluye, en primer lugar, 36 mil kilómetros de fibra óptica, una red que ninguna otra telefónica posee, ya que la mayor tiene apenas 17 mil kilómetros. Se dice que esta red, en posesión del Estado, fue el logro más destacado del paso de Julio De Vido por la administración del Estado. Además, el gobierno anterior regaló a Arsat una parte del espectro radioeléctrico para operar en la franja del 5G, algo por lo que las telefónicas tuvieron que pagar 170 millones de dólares. Para obtener 100 megahertz del espectro para la operación 5G, que Arsat tiene gratuitamente.
Las otras operadoras se preguntan: “¿Qué papel juega Elon Musk?, ¿cuál es la relación con Milei?, ¿qué están haciendo Caputo y sus amigos, que influyen en Arsat?, ¿No se asociarán con Starlink, la poderosa empresa de Musk, que haría telefonía celular en la Argentina con el respaldo del Estado sin pagar un dólar por el 5G?”. Son interrogantes que empiezan a plantearse en un sector muy importante de la economía, como es el de las telecomunicaciones.
Santiago Caputo es importante no solo por todo el poder que ejerce en la estructura del Estado y en decisiones de gran peso económico, sino también por su posición única, como asesor con un contrato de locación de servicios con la Secretaría General de la Presidencia -es decir, con Karina Milei-, sin ocupar un cargo formal en el Estado. Ni siquiera se sabe si es considerado persona políticamente expuesta, es decir, si está sujeto a un régimen impositivo más riguroso, como los demás funcionarios. Maneja todo este poder administrativo y también el ecosistema político en el que se mueve Milei, que son las redes sociales.
Una de las grandes innovaciones de Milei en la política es que es el primer líder que navega por las redes sociales como su hábitat natural, él y todo su grupo. No es que simplemente las use, él vive y se expresa en ellas, especialmente en la franja más joven del electorado. Podemos volver al Índice de Confianza del Gobierno de la Universidad Di Tella, y mirar la franja de 18 a 29 años, que vive en el mundo de las redes sociales, como X o TikTok. En este sector es donde se despliega La Libertad Avanza, y es precisamente el universo que Caputo controla obsesivamente. Tanto que ha designado a un delegado para cada ministro, que le reporta directamente a él, para manejar las redes. Algunos dicen que los ministros, Cúneo Libarona sería el caso, están intimidados porque se ven obligados a decir cosas que no quieren decir y se compran enemigos que no se quieren comprar. Pero en la obediencia y disciplina que este gobierno exige, tienen que poner su firma en mensajes que se elaboran en otro lugar.
En este mundo de las redes sociales existe una teoría, que el mismo Presidente ha expresado, que es que gracias a ellas la política ha adquirido una transparencia que antes no tenía. Esto implica que la gente y el líder se comunican directamente. Pero esa ilusión de proximidad coexiste con el problema de la opacidad. La política se expresa a través de los denominados trolls, personas que operan de manera anónima o simples robots. Hay un riesgo, porque así como está la ventaja de quienes se usan trolls para mandar mensajes desde el anonimato, también está la posibilidad de que se le adjudique a alguien una cuenta que no es suya, como le está sucediendo a Caputo, a quien se le atribuye una cuenta que todos creen que es suya, incluyendo ministros, diputados y senadores, que leen los mensajes como si fueran de él. Es la cuenta @SnakeDocLives. En el oficialismo se la lee como si fuera de Caputo. Es interesante porque tiene como símbolo las manos de un director de orquesta, cuyo rostro no se ve, algo que da cuenta del rol de Caputo en el esquema de poder.
Hay un tuit interesante que repostea esa cuenta supuesta de Caputo y dice: “El liberalismo snob cree que el problema del kirchnerismo radica en el ejercicio del poder en sí mismo, y no en las ideas de mierda que intentaron implementar. Creen que la respuesta al verticalismo es la fragmentación, y no un verticalismo igual de fuerte. Por eso perdieron siempre”.
Lo que quiere decir es: “¿Querés ganarle al kirchnerismo? Hacé kirchnerismo, verticalízate”. El autoritarismo es un activo, con otras ideas que lo justificarían. Hay autoritarismos buenos y autoritarismos malos, dependiendo de las ideas que promuevan. Y dice Red, a quien todos leen como Caputo: “Todo lo que dice esta cuenta está bien. Debe ser de Santiago Caputo”. Muestra un poco la autoestima de Caputo si es que se trata de él. Aunque tiene derecho porque es un tipo inteligente con un éxito extraordinario en su vida por el poder que ha adquirido.
Entre las responsabilidades de Caputo está la de llevar a la Corte a Manuel García-Mansilla y a Ariel Lijo. El problema persiste con Lijo. Y sigue siendo un problema. Once diputados kirchneristas han presentado una denuncia por la represión que sufrieron durante la manifestación para impedir la sanción de la Ley Bases. Esta denuncia fue a parar al juzgado de Lijo, quien la delegó en el fiscal Ramiro González. Hasta ahora, ninguno de los dos hizo nada. Ni Lijo ni González. Los diputados acusan a Patricia Bullrich. Entonces, Cristina piensa: ¿Lijo es el escudo de Patricia Bullrich? Cristina cree algo absolutamente discutible, que es que Bullrich está detrás de los “copitos” por aquellas declaraciones que se le atribuyen a Gerardo Milman, diciendo que cuando él ya estuviera en Pinamar le habrían gatillado en la cabeza a Cristina. Esta historia resbaladiza, muy poco creíble, ahora preocupa a Cristina Kirchner en relación con Bullrich. Ahora descubren que Lijo, a quien tendrían que votar en el Senado, es el protector de Bullrich, a quien no quieren molestar preguntándole sobre las denuncias de los diputados kirchneristas. Este es el primer problema de Lijo para obtener el voto kirchnerista.
El segundo problema es que hay una joven relatora, responsable de los problemas de falta de independencia judicial en Naciones Unidas, Margaret Satterthwaite, que está armando un “dossier Lijo” por las quejas que ha recibido, planteando irregularidades en la carrera del juez, y el intento del Gobierno de formar una Corte completamente machista, lo cual también molesta en Naciones Unidas. La respuesta que da el Gobierno cuando se le recuerdan las objeciones que pesan sobre Lijo es que ya han sido contestadas en privado. Pero deberían ser públicas. Hay privilegios obvios de Lijo en el Ministerio de Justicia porque el ministro ha sido su abogado defensor. Por ejemplo, en el caso de enriquecimiento ilícito.
Además de todo esto, Santiago Caputo atrae todas las miradas porque, junto con Karina Milei y Guillermo Francos, forma parte del núcleo que elabora la estrategia electoral del Gobierno para el año que viene. Esta estrategia tiene diversas dimensiones, una de las cuales es dividir al adversario, algo que cualquier agente político desea lograr. Por ejemplo, dividir al peronismo. Esta tarea ya ha comenzado, con el gran trabajo de Francos, quien logró reunir a un club de gobernadores cuyos legisladores han aprobado sus leyes.
Comenzaron con Osvaldo Jaldo, en Tucumán. Ahora hay una novedad que es la Comisión Bicameral de Seguimiento de los Organismos de Inteligencia, que se la dan a Ricardo Kueider, un peronista de Entre Ríos que se separó del kirchnerismo y votó a favor de la Ley Bases. Le pagan con la presidencia de esa comisión. Habrá que ver si la obtiene, ya que todavía debe ser votado.
Parece que fue muy importante la indicación de Caputo en esto, algo que tiene lógica, porque es la comisión que va a controlar a su amigo Sergio Neiffert en la SIDE. ¿Cómo llegó a Kueider? Las versiones indican, y son bastante verosímiles, que fue a través de un lobbista muy controvertido y opaco llamado Adrián Kochen. La presencia de Kochen plantea interrogantes sobre la moralidad de todo esto. Es crucial ver si Kueider obtiene este cargo, no solo porque controlará los organismos de inteligencia como la SIDE, sino también otros organismos de inteligencia de las fuerzas de seguridad y de las fuerzas armadas, lo que indirectamente afectará a Bullrich. Por lo tanto, para el kirchnerismo esta comisión es fundamental, pero también lo es para el PRO, ya que Cristian Ritondo está en esa comisión. Es un enemigo acérrimo de Bullrich desde que ella destituyó a su mano derecha, Vicente Ventura Barreiro, con una acusación de corrupción que refería a supuestos intentos de soborno a proveedores del servicio penitenciario, algo que ocurrió hace menos de un mes. A Ritondo le interesa mucho controlar esta comisión, a través de la que si no quiere hostigar, por lo menos podría dejar de defender a alguien de su partido, como la ministra de Seguridad. Se percibe mucha enemistad en la interna del Pro, especialmente entre el macrismo de Ritondo y Bullrich.
Todo esto se traduce en operaciones parlamentarias. No deberíamos descartar que en las próximas semanas, lo que Guillermo Francos logró, este bloque de gobernadores que se proyecta en el Congreso, termine provocando un desmembramiento en los bloques de diputados y de senadores de Unión por la Patria, dividiendo así al kirchnerismo, como ocurrió en los tiempos de Macri. En aquel entonces, Miguel Pichetto lideraba un bloque de senadores distinto del kirchnerismo, al igual que Diego Bossio en Diputados. También algunos dirigentes de Pro observan la escena y piensan algo así como “si quieren dividirnos, como lo están haciendo a través de Patricia Bullrich, nosotros también podemos jugar”. Ya vemos que hay un grupo de diputados nacionales que eran de LLA que formaron un sub-bloque llamado MID, dirigido por Oscar Zago, y que pronto formará un interbloque con Ritondo. Esta es una jugada de Macri: “Me comes, te como, y al final armamos diferentes aparatos de poder para negociar”.
El Gobierno lanza candidatos sin preocuparse por aliados como Pro, sin invitarlos a discutir candidaturas para el próximo año. El mensaje sería “si te gustan, adherí; si no, arma tu propia lista”. Eso es lo que, sin decirlo, le están diciendo a Macri. Un candidato ya está decidido, José Luis Espert, irá como diputado en la provincia de Buenos Aires. Su jefe de campaña es Eduardo “Lule” Menem. El candidato a senador por la Capital no está tan definido. Si uno lo mira todos los días en su conferencia de prensa, a Manuel Adorni hay que tenerlo en cuenta como candidato en el distrito de los Macri.
Todo esto nos explica por qué el lunes que viene Mauricio Macri tiene pensado volver al ruedo público con un pronunciamiento que sería una especie de “sí, pero”. Adherirá en ciertas características generales del Gobierno y mostrará diferencias en relación con otras. Después hará un raid mediático para explicar su postura. Es una apuesta interesante e incierta la del expresidente porque supone que hoy en la política hay lugar para matices. Supone que las cosas no son como dice el supuesto Santiago Caputo de la cuenta de X, que sugiere que la política se mueve por el odio, criterio que domina el pensamiento del Gobierno, de la derecha norteamericana con Trump, el de Orban en Hungría, de la derecha francesa. Es el estilo de esta nueva forma de hacer populismo. Su combustible es la agresividad.
Frente a ese planteo, Macri aparecerá para decir que adhiere, pero que también se diferencia. ¿Por qué? Uno podría interpretar que apuesta a que la brecha cambiaria va a generar una brecha política. Y que habrá de acá al año que viene una oleada creciente que va a decir “sí, pero”. “Me gusta la orientación general, pero no el método. Me gustan los objetivos, pero todavía no veo resultados”. Macri apuesta a que la esperanza que genera Milei se vaya transformando en ansiedad, y quiere darle una canalización a ese sentimiento a través de su partido. Si queremos sintetizar, podemos decir que Macri se prepara para competir con Milei. Si son amigos, en una interna. Si no llegan a consolidar una amistad, desde afuera y haciendo peligrar la suerte del Gobierno el año que viene. Si en los grandes distritos el voto no peronista se divide, el kirchnerismo vuelve a hacerse una fiesta aunque tenga poco poder en términos absolutos.