Javier Milei celebró el final de una semana de turbulencia del mercado global en la que la economía argentina logró capear el temporal, con una relativa calma del mercado cambiario y una leve caída en el índice de riesgo país. Y eligió, para coronar la visión optimista, el dato del superávit comercial semestral más alto.
Tiene toda la lógica política que en el gobierno se destaque este tema justo en un momento en el que la mayor crítica que se le hace al plan económico es la de incurrir en el retraso cambiario: un incremento exportador parece desmentir esa acusación.
Por otra parte, la promesa de un holgado superávit para la segunda parte del año viene ideal como argumento ante las críticas por el retroceso en las reservas del Banco Central -hay economistas que ya estiman en u$s6.000 millones el nivel negativo de reservas netas-.
Pero en simultáneo con ese festejo oficial hay datos que pueden empañar el cuadro. Para empezar, por la persistente caída en los precios de los commodities, un efecto típico de las crisis financieras globales. Ante el fenómeno de la «huida a la calidad», que lleva a los inversores a buscar refugio en el dólar, las materias primas experimentan un efecto inverso, con una pérdida de precio.
Y la mala noticia para Argentina viene del principal producto de exportación, la soja, que sigue buscando mínimos en las pantallas del mercado de Chicago. Cerró el viernes en u$s377, después de haber tocado un mínimo de u$s372.
El gráfico de la Bolsa de Rosario muestra el dato que entusiasma al gobierno, pero el mercado mantiene dudas
Precios que juegan en contra
Es un precio que luce muy bajo en comparación con los u$s458 que mostraba la cotización en mayo, cuando se produjo un pico como consecuencia de las inundaciones en el sur de Brasil. Y ni que hablar si se compara con los más de u$s500 a los que cotizó la oleaginosa durante el año pasado.
Y, lo peor de todo, la cotización no solamente está cayendo como reflejo de la situación financiera global, sino por motivos específicos propios. Los analistas destacan que hay una suba en la oferta en el hemisferio norte en simultáneo con un descenso de la demanda china, lo que se está viendo en un aumento de los volúmenes almacenados a nivel global.
Por lo pronto, el mercado de futuros no ofrece buenas perspectivas, con posiciones que llegan a u$s363 para septiembre próximo.
Así lo analiza Marianela de Emilio, experta del Inta y docente de Agroeducación: «Ante la expectativa de un mundo que muestra más signos de recesión que de reactivación, a lo que se suma la tendencia de grandes capitales de disminuir posiciones que consideran riesgosas, como es el caso del mercado de granos, la demanda global de los commodities tiende a debilitarse en el mediano plazo, lo que resulta en baja de precios internacionales, como puede verse en el camino más frecuente del precio de soja, maíz y trigo durante los últimos meses en el mercado de Chicago».
Su visión es que habrá más volatilidad en el corto plazo para las materias primas agrícolas, como consecuencia de los desarmes de posiciones entre los inversores que estaban comprados en fondos de materias primas. Y el dato es particularmente relevante para los productores agrícolas argentinos, que todavía no pusieron precio al 66% de la cosecha de soja, al 58% de la de maíz y al 31% del stock de trigo.
Ventas que no alcanzan
La recomendación de los expertos, ante este panorama, es que los productores deben «bajar la exposición al riesgo». En otras palabras, acelerar el ritmo de venta de la cosecha actual y tratar de asegurarse ahora un precio para la próxima campaña 24/25.
El volumen de soja que está guardado en silobolsas es de casi u$s14.000 millones, según estiman los analistas. Y, en términos de volumen, sigue pendiente comercialización unas 26 millones de toneladas, a lo que se suman 7,5 millones de toneladas comercializadas pero pendientes de fijar precio.
Es por eso que la conducta de los productores está en el centro de las preocupaciones del equipo económico. En las últimas semanas se evidenció una dinamización en el ritmo de ventas. De hecho, en julio se registró un mejor nivel que en junio, un mes estacionalmente alto en exportaciones. El mes pasado terminó con liquidaciones por u$s2.600 millones por parte del complejo agroindustrial.
Y en el arranque de agosto se está verificando un ritmo relativamente bueno, con jornadas que han dejado un aporte superior a u$s100 millones, lo que genera expectativas de que haya otro mes con liquidaciones del campo por encima de u$s2.000 millones. Por lo pronto, es algo que ayudó al BCRA a atenuar el deterioro en el nivel de reservas.
A primera vista, podría decirse que, a pesar del enojo del campo por el retraso cambiario, la venta se está produciendo de todas formas por la expectativa de que los precios continúen deprimidos en el mercado internacional.
Aun así, la duda del mercado es si ese volumen resultará suficiente para las necesidades de divisas que tiene la economía.
Como señaló un reciente reporte de la Bolsa de Comercio de Rosario, el precio está empañando el volumen en una campaña sobre la que se había generado la expectativa de recuperación tras la sequía del año pasado.
«En términos de volumen, la agroindustria exportó poco más de 50 millones de toneladas, lo cual indica una recuperación de 61% interanual. No obstante, el valor exportado se incrementó solo en 21% comparado con igual período del año pasado, lo cual refleja el impacto precio negativo que atraviesa el sector agroindustrial».
¿Proyecciones demasiado optimistas?
La expectativa del mercado en este momento es que el año termine con un volumen de exportación de u$77.194 millones, según el promedio de respuestas de economistas en la encuesta REM del Banco Central. Es una cifra que, mes a mes, está sufriendo una revisión a la baja, a la vista de las dificultades del sector.
Aun así, implica algunos supuestos optimistas. Dado que en el primer semestre ya se exportaron u$s38.176 millones, ese pronóstico implica que en la segunda mitad del año se tendrán que exportar un promedio de u$s6.500 millones por mes.
No es que sea una cifra demasiado ambiciosa. De hecho, si se exceptúa el año pasado que estuvo signado por la sequía histórica, el promedio de exportaciones del segundo semestre en un buen año del campo puede superar los u$s7.000 mensuales.
Sin embargo, no está tan claro que en el corto plazo se pueda llegar a esos niveles. Sería necesario que el stock de soja guardado en los silobolsas se vendiera casi en su totalidad y que, además, la situación climática se revirtiera para que no fuera necesario seguir importando barcos con gas licuado.
Lo cierto es que el promedio de exportación de la primera mitad del año fue de u$s6.362 millones mensuales. Y el primer semestre suele mostrar mejores cifras que el segundo, por una cuestión estacional de la cosecha agrícola.
La cautela del campo
Como este año el arranque de la exportación fue algo más lento de lo previsto, no se descarta por completo que pueda haber un incremento de las ventas en los próximos meses. Pero claro, eso implicaría que en el campo haya certeza sobre dos temas: el primero es que no habrá una corrección cambiaria; y el segundo es que se afiance la perspectiva de una caída de precio internacional. Ambas situaciones podrían ser vistas por los productores como argumentos para apurar las ventas.
Sin embargo, los antecedentes de la historia reciente indican que en esos momentos de incertidumbre, la conducta que prevalece es la cautela.
En todo caso, el objetivo de que el año termine con un superávit comercial holgado en torno de los u$s20.000 millones no luce, al día de hoy, como fácil de lograr. Entre otros motivos, porque supondría mantener un bajo nivel de importaciones -por debajo de los u$s5.000 millones mensuales-, algo que se no se condice con una economía que ingrese en una fase de recuperación de la actividad.