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Los amantes de la naturaleza suelen compartir ciertos rasgos (al menos, algunos): la paciencia por los tiempos de cada cosa, un respeto profundo por el entorno y su sabiduría, y una capacidad por encontrar la belleza donde nadie la busca. Carolina Di Nezio cumple con todas ellas. Fiel a su espíritu inquieto, fue modelo, estudió y se recibió de Lic. en Relaciones Públicas, fue artista y vendió sus obras en Estados Unidos, fue conductora de un programa de automovilismo, entre tantas otras cosas que tal vez sean los cimientos de esto que hoy ya da su fruto. Proyecto Auras reúne todo eso que la vuelve ella, un reflejo de que ser bella también puede ser una forma de respetar lo natural, y de promover una forma de vivir.
-¿Cómo fue tu niñez?
-Nací en Cipolleti, Río Negro, jugaba mucho al aire libre. En ese entorno, el contacto con la naturaleza se da con mucha naturalidad. Vivía en una casa grande y mi mamá cultivaba rosas de todo tipo, y como soy la más chica de tres hermanos, pasaba mucho tiempo con ella en el jardín. Las plantas que uso tienen esa influencia, las veía todo el tiempo y capaz que entonces no sabía cómo se llamaban.
-¿Cómo nace este proyecto?
-Los puntos se unen, mirás para atrás y todo tiene sentido. Yo vine a Buenos Aires y a estudiar y trabajé como modelo, todo se dio para otro lugar. El despertar surgió con una amiga de infancia con quien estábamos muy interesadas en la naturaleza, la cosmética y las formulaciones. Ella volvió a Cipolletti después de vivir por todos lados y se hizo cargo de los olivares de su familia, en Rincón de los Sauces. Empezamos a hacer formulaciones a distancia. Yo estaba en un programa de rally y viajaba por todo el mundo. Iba a ferias de pueblitos y veía sus productos cosméticos naturales y pensaba: tengo que hacer algo y de donde soy yo. Así fue que con Romi, mi amiga, empezamos a hacer bálsamos. Y de golpe nos empezó a ir bien.
-¿Cómo vendían?
-Virtual, en ferias… Ella siguió con su proyecto de olivos, que le llevaba mucho tiempo. En el medio estudié en Medicina Herbal, y me decidí a empezar. Tuvimos muchas trabas, porque aparte no existía la escala chica que yo quería, especialmente usando plantas salvajes. Empezó un raid de muchas trabas y frustraciones, hasta dar con las personas y el laboratorio correcto, y lograr que INTI analizara las plantas que yo quería usar y determinar cuáles eran las más apropiadas. Registramos la zampa, que no se había usado antes y que parece un yuyo pero no lo es. Está llena de antioxidantes, antiinflamatorioa, muy inteligente en la estepa, porque tiene la capacidad de avisarte qué tierras están contaminadas por metales.
-¿Qué fue lo más difícil?
-Yo no quería usar extractos, que era lo más seguro. Eso alargó los tiempos. Además yo quería conocer a los productores, saber de dónde viene cada cosa. Estuvimos un año probando, y los resultados no eran buenos. Hasta que logramos dar con un laboratorio que funcionó. Y los estudios de las plantas los hacemos en la Universidad de Comahue. Trabajamos con cooperativas de Alto Valle que destilan rosas. La arcilla roja se recolecta a mano. También hay productores de Chubut que exportan esencias de la Patagonia al mundo. No pudimos elaborar en Neuquén, porque no tiene legislación aún. Pero vamos haciendo un camino. Me encanta y me pone muy feliz.
-¿Qué otros componentes tienen los productos?
-La jarilla, con gran antioxidante que crece en la estepa, y la rosa mosqueta. Cola de caballo, caléndula, llantén, manzanilla: son plantas que no son de la estepa pero al crecer en ese suelo tienen que adaptarse al clima y la escasez de agua. Así, la planta tiene que adaptarse para no morir y eso hace que los activos, polifenoles antioxidantes, generen una planta más resistente. Eso se traslada al producto cosmético. El bálsamo de ajenjo es antiséptico y lo plantamos y recolectamos allá. Tiene oliva agroecológico, casi grado medicinal por la cantidad y también los pigmentos de remolacha. Otra planta es el botón de oro, con muchas propiedades y con un aroma riquísimo.
-También hay retinol, ceramidas.
-Acompañamos las plantas que tenemos y las potenciamos con algunos pocos elementos, para que sea potenciada. No necesitás nada más, pero le agregamos para convertirlo casi en un serum. Por ejemplo el retinol, que no es de una planta.
“Somos conscientes que la tierra nos provee nuestra medicina y que nuestro cuerpo la asimila de manera natural, porque es permeable a aquello que se le asemeja”.
-¿En qué afecta al producto la falta de conservantes?
-En los vencimientos: son cortos. Mi intención es que llegue lo mejor posible, porque son plantas utilizadas por aborígenes de la zona hace cientos de años. También por eso, una vez al año plantamos árboles y somos parte del grupo Reforestar, es parte de nuestra comunidad. Es parte de la filosofía. Me preocupa la salud desde siempre. De chica tenía broncoespasmo y, como para evitar las heladas se quemaban gomas, me levantaban a las 3 am para que pudiera respirar. Fui a un neumonólogo que me sacó las comidas con alérgenos, y ahí también me bajó la dermatitis. Entendí qué es lo que mejoraba mi salud.
-En la filosofía de la marca hablan de “belleza simple y auténtica”, ¿cómo lo definirías?
-Hay un momento donde te camuflás, por inseguridad, pero después te das cuenta que cuanto más sencillo y más auténtico, más poderoso es. Nosotros queremos hacer productos simples para empoderar a la planta, para que la planta dé todo lo que puede dar, y creemos que en eso está nuestro mayor tesoro. Eso se aplica a todo, cuanto más simple y genuino, mejor vemos la vida. La familia, amigos, adentro, ahí está todo. El resto es ruido y cosas divertidas.
-¿Cómo es el cliente?
-Alguien que valora la naturaleza y quiere probar una vida mejor.
-¿Proyectos futuros?
-Vamos a lanzar un desodorante, que se llama wayra que es viento, y un scrub con arcilla roja muy espectacular. También un bálsamo con color, limpiador facial y crema humectante.
Proyecto textil
Carolina suma Proyecto Aura, que retoma la filosofía de su línea madre, PÅ. Son colecciones cápsula que se suma a organizaciones, cooperativas y otras entidades que cuidan el medioambiente y fomentan otros derechos básicos. La primera colección cápsula fue de indumentaria, junto a la organización Reforestar, cuyo trabajo se enfoca principalmente en plantar árboles nativos en zonas desforestadas de Patagonia.