La última película del director británico Guy Ritchie se llama The Ministry of Ungentlemanly Warfare (algo así como Ministerio de la guerra poco caballerosa) y se desarrolla durante la Segunda Guerra Mundial. Como ocurre en la mayoría de sus filmes, en la última obra de este prolífico realizador abunda la acción -con mucha sangre-, matizada con un omnipresente sentido del humor. Pero, a diferencia de sus otras películas, esta vez lo que se cuenta está basado en un hecho real. Básicamente, se narran las peripecias de un grupo de comandos ingleses que deberá realizar una operación secreta y riesgosa en una isla del Atlántico, de cuyo éxito dependerá el futuro de los Aliados en la contienda bélica.
“Esta es una misión no sancionada ni autorizada. Si fallamos, Inglaterra estará condenada a toda una vida bajo el poder alemán”, dice en la película el mayor Gus March-Phillips, que será el jefe de la misión secreta que anima la historia. Este último personaje, interpretado en la cinta por Henry Cavill, existió en la vida real. Y en verdad lideró el operativo que se conocería como Operación Postmaster. Esta misión se llevó adelante en enero de 1942 en un puerto de la entonces Guinea Española, y consistió en la toma, por parte del grupo comando británico, de tres barcos enemigos que se encontraban allí, y que tenían la misión de abastecer a los submarinos alemanes que operaban en la región.
Una unidad creada por Churchill
Fue el propio Winston Churchill, primer ministro de Inglaterra durante la Segunda Guerra, el que tuvo la idea de crear un grupo comando para realizar todo tipo de operativos secretos contra las fuerzas del Eje. El líder británico comenzó a aplicar su idea en el año 1940 mediante la creación del Special Operations Executive (Ejecutivo de Operaciones Especiales), conocido como SOE. Esta unidad, extremadamente secreta, estaba conformada por hombres de acción que tenían la misión de realizar actos de propaganda y sabotaje contra los nazis. Actuaban, especialmente, apoyando las resistencias locales en los países ocupados por los alemanes.
Según un informe realizado por National Geographic, unos 13.000 agentes llegaron a formar parte de esta fuerza especial, que tenía un altísimo riesgo de vida para sus miembros. Si eran descubiertos, podían padecer torturas, detenciones en campos de concentración o una ejecución sumaria. Además, en esos casos, Inglaterra no respondía por ellos.
Estos comandos solían arribar de incógnito a los países invadidos (muchas veces en paracaídas, por las noches) y ayudaban a los locales con armamento, dinero y también en acciones como la destrucción de fábricas de armas, o en la incorporación de sistemas de comunicación para pasar información a los aliados.
Un dato curioso de estos grupos de comandos que también dejará su huella en la ficción es que estas unidades contaban con algunos avances tecnológicos y artilugios ingeniosos que los ayudaban en sus complicadas misiones: zapatillas que dejaban huellas falsas, maletas que en realidad eran radios, armas que salían eyectadas desde las mangas y diversos tipos de explosivos originales.
Todo esto, que puede sonar a película de James Bond en realidad tiene que ver con ese personaje. Ocurre que Ian Fleming, el creador del sofisticado espía al servicio de Su Majestad, fue un oficial de inteligencia naval británico que tenía contacto con el SOE y se habría inspirado en este grupo para las historias de su personaje. De hecho, en la película de Ritchie, Fleming aparece como uno de los organizadores secretos del riesgoso operativo que se llevará a cabo en Guinea.
Otro enlace que hay entre el SOE y James Bond, es la fama de “poco caballerosa” de esta organización de comandos y agentes. La expresión se le atribuye a Churchill y tiene que ver con las tácticas no convencionales que podrían utilizar los miembros de este grupo para lograr sus objetivos. Esto incluía, en última instancia, aquella “licencia para matar” con la que contaba en la ficción el célebre 007. En resumen, la organización tenía todo permitido con tal de acabar con las intenciones de Adolf Hitler de someter a toda Europa al dominio del Tercer Reich.
Todo lo que se sabe de estos grupos que casi fueron olvidados por la historia es gracias a la desclacificación de archivos ingleses de la Segunda Guerra Mundial, una tarea que se llevó a cabo en la década del 90, recién unos 50 años después de que ocurrieran los hechos.
La Operación Postmaster
Específicamente al hablar de la Operación Postmaster, la recreación que hace Guy Ritchie de ella en The Ministry of Ungentlenmany Warfare tiene toda la espectacularidad y violencia que suele imprimirle a sus películas. Balas, golpes, cuchillazos y hasta uno de los comandos que se mueve con arco y flecha, todo sirve para matar sin pausa a cuanto nazi se cruce en su camino para llegar a su objetivo de robarse los barcos que abastecen a los submarinos alemanes. Sin restarle el menor brillo a lo que fue el trabajo del mayor Phillips y sus hombres, vale decir que el filme exagera un tanto la manera en que sucedieron los hechos.
Para comprender cómo y por qué se llegó a realizar esta operación, es bueno tener un poco de contexto. En 1939, cuando comenzó oficialmente la Segunda Guerra Mundial, Alemania ordenó que sus barcos mercantes que circulaban por los mares del mundo se pusieran a salvo. Un centenar de ellos terminó en diversos puertos de España, que en los papeles era un país neutral pero que prestaba asistencia a las fuerzas de Adolf Hitler. Uno de los puertos que acogió estas naves fue el de Santa Isabel (hoy, Malabo), la capital de Guinea Española (desde 1968, Guinea Ecuatorial), ubicada en la isla de Fernando Poo, en el Golfo de Guinea. Aquí, en este territorio insular que pertenecía a España, es donde transcurriría la operación.
Para el año 1940, en el mencionado puerto de Guinea estaban atracados tres barcos que pertenecían a las potencias del Eje. Se trataba de dos naves alemanas, el remolcador Likomba y la barcaza Bibundi y, por otra parte, el buque de pasajeros y transporte italiano Duchessa D’Aosta. Además, esta última embarcación, de gran porte, contaba con un sofisticado sistema de radio y llevaba en sus bodegas un importante cargamento de mercaderías, donde se sospechaba que podría haber también armas o municiones.
La inteligencia británica sabía de la existencia de estos barcos allí y la preocupación de los ingleses era que esas naves proveyeran a los submarinos alemanes, los temibles U-Boats, que operaban por la zona, y especialmente en el Atlántico Norte, y eran el terror de los barcos mercantes de los aliados, muchos también de Estados Unidos, que navegaban por allí para llevar mercancías y alimentos a Inglaterra. Es por ello que se pensó en realizar una operación para capturar estas naves. En la película, Churchill, interpretado por Rory Kinnear, sintetiza el objetivo de la Operación Postmaster: “Si ellos cortan nuestra cadena de suministros, nosotros cortaremos los suministros de los U-Boats”.
De acuerdo con lo que reconstruye el español Jesús Ramírez Copeiro en su libro Objetivo África; Crónica de la Guinea Española en la II Guerra Mundial, el comando británico del SOE preparó el operativo en Lagos, Nigeria, medianamente cerca de la isla que irían a abordar. Unos 40 hombres fueron los que se largaron a realizar la misión, al mando del mayor Phillips. El domingo 11 de enero de 1942 se embarcaron en los dos remolcadores nigerianos Vulcan y Nueneaton. Sabedores de que la noche del domingo 14 de enero sería de luna nueva, los hombres planificaron su asalto para las 23.30 de esa fecha, en la que contarían con la asistencia de la más absoluta oscuridad.
Pese a las entretenidas escenas de tiros que se ven en el filme de Ritchie, el atraco de las tres naves se hizo sin disparar un solo tiro. Lejos de estar el puerto altamente custodiado por alemanes como pasa en la cinta, apenas había tres guardias nativos allí y se arrojaron al agua al percibir la llegada de intrusos. Uno de los grupos comando se hizo cargo de las dos naves alemanas y el otro se subió al vapor italiano donde, sin violencia, redujeron a los 28 tripulantes.
Para efectivizar su abordaje, los británicos contaron con la ayuda de tres republicanos españoles que trabajaban para el servicio secreto de Inglaterra. En la crucial noche del asalto en el puerto, ellos invitaron a los oficiales italianos y alemanes a divertirse en el casino de blancos de Santa Isabel. De este modo redujeron de manera notable la posible resistencia que podrían encontrar los ingleses en el puerto.
Un golpe exitoso
El golpe, cuenta Ramírez Copeiro, estaba planeado para realizarse en 15 minutos. Sin embargo, el tiempo empleado por los hombres de Phillips fue el doble. La mayor parte de los inconvenientes tuvieron que ver con las dificultades que encontraron los británicos a la hora de cortar las cadenas del ancla del barco italiano. Utilizaron para ello algunos explosivos, pero así y todo no lograron llamar la atención de la exigua defensa que había en el puerto de Santa Isabel.
La negrura nocturna fue propicia para que los tres barcos zarparan sin inconvenientes. Como para sembrar confusión sobre la autoría del robo de las tres embarcaciones, los ingleses dejaron caer en las aguas de la bahía de Guinea unos cuantos gorros de marineros franceses. Las mismas embarcaciones que llevaron a los británicos a Santa Isabel fueron las que se encargaron de remolcar a las tres naves fuera del puerto.
Ya lejos de las aguas territoriales, la corbeta Violet de la Royal Navy escoltaría a los barcos enemigos hasta el puerto de Lagos. La marina británica haría pasar esta maniobra como una captura de los barcos del Eje realizada en alta mar. Ante los posteriores reclamos españoles, en el número 10 de Downing Street -sede del gobierno británico- jamás se aceptaría que las naves habían sido birladas por agentes propios del puerto de Santa Isabel.
Al día siguiente del asalto, las autoridades españolas de la isla quisieron reaccionar. Instalaron una ametralladora y pertrecharon con bombas un avión DH-89 Dragon Rapide de la compañía Iberia y lo enviaron a buscar los barcos robados. Era la primera vez que se militarizaba un avión civil español y a su tripulación y los resultados fueron nulos. Tras un rastreo por las costas de Gabón y Camerún, el avión regresó a Fernando Poo sin haber encontrado nada.
El exitoso golpe del comando inglés fue considerado el primer logro en ese tipo de acciones, ya que antes los británicos habían intentado otros sabotajes en el norte de Francia sin obtener éxito. A partir de la Operación Postmaster, los ingleses se sintieron más fuertes. “(Lo de Santa Isabel) constituyó una prueba de lo que los británicos podían hacer para que los enemigos supieran que no podían estar seguros en ningún lugar”, dijo Ramírez Copeiro en una entrevista en el diario español El País.
Los pataleos diplomáticos de la dictadura de Francisco Franco no tuvieron eco entre las autoridades británicas. Y peor, los españoles recibieron reproches formales de Italia y de Alemania por la desidia que demostraron en la custodia de las naves que estaban bajo su responsabilidad.
Los ingleses, en tanto, se quedaron con las tres naves enemigas y les dieron diferentes usos en lo que quedaba de la guerra. El Duchessa d’Aosta, por caso, fue utilizado por el ejército británico como transporte de flota y material de guerra entre Canadá y los puertos de Inglaterra. Tras la contienda, sin embargo, el buque regresó a sus orígenes, ya que fue comprado por una sociedad italiana.
The Ministry of Ungentlemanly Warfare no falsea la realidad al representar este hecho real y poco conocido de la Segunda Guerra Mundial, pero sí la magnifica bastante, especialmente en virtud de la generación de escenas de acción (que el espectador agradece) y para dotar al operativo de un dramatismo más cinematográfico. Lo que sí es verídico e irrefutable en el filme de Ritchie es el nombre de los personajes principales que realizan el atraco. Todos ellos existieron y recibieron altas condecoraciones por el Operativo Postmaster y por otras acciones heroicas realizadas a lo largo de la guerra.