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La deuda interna de la Argentina

A 40 años de la recuperación del sistema democrático en nuestro país, el título de este texto sólo debiera referirse a una emblemática película del buen cine argentino. Ojalá sólo fuera eso. La realidad, cruda, dolorosa, implacable, nos acerca demasiado a aquella ficción.

A partir del gobierno de facto, la deuda externa ha crecido de manera exponencial. Lo tremendo es que la deuda interna que mantenemos con más de la mitad de nuestros compatriotas tampoco deja de crecer de manera estrepitosa y, me atrevo a decir, de modo irreversible.

En el libro El horizonte: conversaciones sin ruido entre Sanguinetti y Mujica, los autores Alejandro Ferreiro y Gabriel Pereyra dicen: “Los dos fueron presidentes de la República Oriental del Uruguay y, por sus diferencias, son dos caras opuestas. Por sus similitudes, son la misma moneda”.

Lo interesante, aunque debiera ser obvio, es que ambos expresan pensamientos políticos diferentes, pero coinciden en los objetivos de una gestión de gobierno y defienden el sistema democrático marcando sus falencias.

Mujica, de manera magistral, la define como “la mejor porquería que hemos podido los humanos organizar hasta ahora tiene la ventaja de que no se reconoce perfecta, que no es absoluta y que por lo tanto es mejorable”.

Sanguinetti, de manera menos coloquial y con lenguaje más pulido, dice lo mismo, sólo que advierte el peligro que corre este sistema cuando es ganado por su desviación: la demagogia.

Inicios prometedores

Pero volvamos a lo nuestro. Ya es suficiente tanto discurso brillante para recordar la recuperación del sistema. Es hora de hacer un balance serio sobre los logros obtenidos y las deudas pendientes. Que son muchas y muy preocupantes.

Quiero resaltar el invalorable proceso que se dio no bien asumió Raúl Alfonsín. A pesar de que el objetivo primigenio era reafirmar y consolidar las instituciones amenazadas por las Fuerzas Armadas, aún con poder y con su estructura de pensamiento represiva intacta.

El gobierno, valiente y comprometido, le dio prioridad a la defensa de los derechos humanos, la libertad de expresión y pensamiento, e incluso se animó a ir por más.

La creación de la Conadep, la derogación de la ley de autoamnistía que permitió el histórico juicio civil a las juntas militares responsables del terrorismo de Estado. Y vaya si lo logró, aunque la primera minoría y principal partido de oposición al gobierno no quiso integrar la comisión e intentó evitar el enjuiciamiento de los militares golpistas.

Hay que animarse a hablar de estos temas, porque las nuevas generaciones deben conocer toda la verdad, no sólo lo que conviene a los relatos inconsistentes.

Fue tan bien gestionado aquel proceso, y los resultados resultaron tan buenos, que aún hoy Abuelas de Plaza de Mayo están recuperando nietos, a partir de sus hijos desaparecidos.

Cuestiones pendientes

Ahora bien, vamos por las cuestiones pendientes, que son demasiadas y dolorosas. Sabiendo que es políticamente incorrecto hacer esta apreciación, pero resulta necesaria: la violación de los derechos humanos no sólo pasa por la desaparición forzada de personas, el secuestro y la tortura producto del terrorismo de Estado, como sostienen los intelectuales del Instituto Patria. En todo caso, esa es una mirada sesgada.

Si consideramos que la pobreza en países potencialmente ricos como el nuestro es un crimen, estamos entonces frente a un Estado que no ha cesado de violar los derechos humanos. Es inconcebible que el 60% de compatriotas vivan en la pobreza, sin ninguna perspectiva de ascenso social, en caída sostenida, arrojados indefectiblemente fuera del sistema y sin posibilidad de salir de ese lugar.

Es necesario dejar el romanticismo de la esperanza y evitar la hipocresía. El ascenso social no les llegará nunca. Basta observar que siete de cada 10 niños son pobres, y una enorme mayoría no están escolarizados o sólo asisten al colegio por un plato de comida, para darse cuenta de por dónde va su destino.

Los niveles de desigualdad ampliaron la brecha de manera alarmante. ¿De verdad le han llamado a esto “justicia social”? Subleva el ánimo de cualquiera que no se trague la falsedad del relato acerca del “Estado presente”, de la “educación pública de calidad e inclusiva”, de que “la patria es el otro”.

Un debate en serio

Es hora de abordar un debate en serio. Polémico, difícil, pero necesario. ¿Qué bonanzas nos trajo la democracia? ¿A quiénes les sirvió? ¿Por qué arrojó a la pobreza y a la marginalidad a casi el 60% de una población que se quedó sin horizontes, sin futuro, que no encuentra la salida?

De ninguna manera cuestiono el sistema. La democracia es una forma de elegir a los representantes, pero sólo da respuestas si está asentada en instituciones republicanas de alta calidad. Una República en su más estricto y literal significado del término. Y ahora la pregunta del millón: ¿esa república funciona en la Argentina? ¿Hay verdadera independencia de los poderes? ¿El Poder Judicial está compuesto por jueces probos?

Lo que caracteriza a una Justicia no colonizada por la política es la imparcialidad, la independencia, la integridad (honestos y transparentes), la equidad y la competencia. ¿Así es nuestra Justicia?

El Poder Legislativo se debe al pueblo que lo eligió, no a los intereses partidarios, sectoriales o propios. ¿Así funciona?

Y el Ejecutivo debe gestionar y administrar respetando la Constitución Nacional, con idoneidad, liderazgo, responsabilidad, con los valores de la buena gobernanza. ¿Así lo han hecho en estos 40 años?

Dejo al lector sacar sus propias conclusiones. Mientras tanto, la deuda interna y la violación encubierta de los derechos humanos se profundizará de modo irremediable.

* Exdiputada nacional

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