Las movidas en el gobierno implican, sobre todo, un mensaje de Javier Milei para su propio equipo: nadie está seguro. Es posible que un día el presidente elogie en público a un funcionario y le agradezca sus aciertos, y al poco tiempo se decida su alejamiento de forma intespestiva. Los casos de la canciller Diana Mondino y de la titular de la ex AFIP, Florencia Misrahi, no son los primeros, en una lista que incluye al ex jefe de gabinete, Nicolás Posse, al secretario de Energía, Eduardo Rodríguez Chirillo, el secretario de Trabajo, Omar Yasin y la lista continúa.
En el caso concreto de Mondino, el mensaje de Milei implica, además, que la eyección de funcionarios que incurren en un error puede alcanzar incluso a aquellos que tienen una relación de afecto con el presidente y que lo acompañaron desde el inicio de su campaña electoral.
Mondino, en un momento en el que la mayoría del gremio de los economistas se mofaba de su propuesta de dolarización y daba pocas chances de que su proyecto político pudiera despegar, manifestó su apoyo, exponiéndose así a las críticas. Milei la premió con la cancillería, pero la realidad es que la gestión estuvo signada de problemas, ya fuera en definiciones estratégicas como en gaffes verbales por parte de la ministra.
El malestar hacia la canciller se había hecho evidente cuando, en la reunión del G7 en Italia -al cual Milei concurrió invitado por su colega Giorgia Meloni-, sorpresivamente Mondino no fue parte de la comitiva. En cambio, sí había concurrido Gerardo Werthein, el embajador en Estados Unidos a quien, ahora, Milei le ofreció el sillón de la Cancillería.
El collar de errores de Diana Mondino
Sobre la gestión de Mondino hubo críticas tanto de la oposición como del propio gobierno, y era sabido que el personal diplomático profesional no veía con agrado su estilo de conducción. Mondino acumuló una serie de incidentes, desde el fallido chiste a David Cameron, el ministro de exteriores británicos que visitó sorpresivamente las islas Malvinas: en aquel momento, la única protesta del gobierno fue un tuit irónico en el que Mondino le decía a su colega que la próxima vez que visitara la Argentina pasara también por Buenos Aires.
Hubo también críticas a dichos públicos sobre los funcionarios chinos que trabajan en el observatorio científico de la Patagonia, donde el gobierno ordenó una inspección, para calmar la ansiedad de Estados Unidos, en coincidencia con la visita de la general Laura Richardson.
Pero las mayores críticas tienen que ver con la gestión propiamente dicha. En particular, una misión a Beijing en abril, cuyo objetivo era limar las asperezas después de las declaraciones agresivas de Milei. En concreto, se esperaba que China renovara su compromiso de continuidad de las obras de infraestructura hidroeléctrica y que, además, garantizara la continuidad del swap de monedas que ayuda a las reservas del Banco Central.
Aquella misión, en un primer momento, fue interpretada como un fracaso, si bien, meses más tarde, se confirmó que el swap podría ser renovado por unos u$s5.000 millones.
Mientras tanto, en los pasillos de la Cancillería se acrecentaban las críticas por las demoras en los nombramientos de embajadores. Y el clima terminó de enrarecerse cuando Mondino dio a entender que había un sabotaje interno en el comunicado oficial que utilizó el nombre «Falklands» para mencionar a las islas Malvinas.
La gota que derramó el vaso fue el voto argentino condenatorio al embargo estadounidense a Cuba, algo que Argentina ha venido cumpliendo todos los años en las Naciones Unidas. Ni siquiera durante la gestión de Mauricio Macri se cambió esa actitud. El único momento de la historia reciente en que el voto argentino no condenó el embargo fue durante el período del menemismo: primero Menem ordenó abstenerse en dos votaciones y luego, en sintonía con la política de «relaciones carnales», comenzó a votar a favor del embargo.
Para este año, había una expectativa de cambio de voto, dado el cambio radical de política exterior que prometió Milei. Además, pocos días atrás había sido desplazado el representante argentino ante la ONU, Ricardo Lagorio. También se había ido Leopoldo Sahores, secretario de Relaciones Exteriores.
Javier Milei, referente global del «libertarianismo»
Lo importante, en todo caso, es quién vota en contra del embargo. Y ahí resaltan dos nombres: Estados Unidos e Israel. Los dos países con los que Milei avisó que tendrá un alineamiento automático, sea cual sea el signo partidario de los gobiernos que dirijan ambos países.
Dado que casi toda la región latinoamericana vota habitualmente contra el embargo a Cuba, el hecho de que Argentina condene el bloqueo no tiene el valor simbólico que tenía en otros tiempos. Pero aun así, Milei no quiere que queden dudas respecto de cuál es su política.
Desde el mismo día de su asunción, cuando tuvo como invitado de honor en el acto de cambio a de mando al ucraniano Volodomir Zelenski, pasando por su recordado discurso en el Foro de Davos, cuando llamó la atención internacional al denunciar que el mundo occidental estaba en peligro por la amenaza del «marxismo cultural», Milei ha buscado erigirse en un referente de la nueva derecha de inspiración libertaria.
Consolidó esas señales en sus alianzas y en sus peleas. Se enemistó con el presidente español Pedro Sánchez al tiempo que participaba en un acto partidario organizado por Santiago Abascal, el líder de la ultraderecha Vox.
Y visitó reiteradas veces Estados Unidos, a veces en tono de campaña -como cuando en términos explícitos apoyó la candidatura de Donald Trump- y otras veces para promocionar las posibilidades de inversión en Argentina ante los empresarios del Silicon Valley.
Fue precisamente Werthein, quien ahora fungirá como canciller, el encargado de armar esas reuniones en las que Milei se codeó con empresarios celebrities de la talla de Elon Musk y de la cual volvió con promesas de inversiones en áreas estratégicas.
Un nuevo período de «relaciones carnales»
¿Cuál es el significado del recambio Mondino-Werthein? Para la interna, el ya mencionado mensaje de que no se tolerará la mínima disidencia ni error. Pero, para el mundo, la señal inequívoca de que Argentina retomará un alineamiento automático en cada situación conflictiva que involucre a Estados Unidos y su aliado en Oriente, Israel. Nadie mejor que Werthein para encarnar esa política.
Para utilizar la expresión que inmortalizó el ex canciller Guido Di Tella en los años ’90, un regreso a las «relaciones carnales».
Cuando la noticia del alejamiento de Mondino ya era la noticia del día, un comunicado oficial de la presidencia fundamentaba la decisión en estos términos:
«La Argentina atraviesa un período de cambios profundos, y esta nueva etapa exige que nuestro cuerpo diplomático refleje en cada decisión los valores de libertad, soberanía y derechos individuales que caracterizan a las democracias occidentales. En este sentido, nuestro país se opone categóricamente a la dictadura cubana y se mantendrá firme en la promoción de una política exterior que condene a todos los regímenes que perpetúan la violación de los derechos humanos y las libertades individuales», afirma el comunicado.
Y termina con una advertencia inusual: se iniciará «una auditoría del personal de carrera de la Cancillería, con el objetivo de identificar impulsores de agendas enemigas de la libertad». Una frase con polémica asegurada, y una segura denuncia de la oposición sobre persecución política a los profesionales de la diplomacia.
China, ¿una contradicción en el discurso de Javier Milei?
La decisión de Milei debe analizarse, además, por su particular «timing»: justo en vísperas de la elección estadounidense, lo que está dejando en claro es que su alianza con Washington no estará supeditada a un eventual triunfo de Trump sino que también se mantendrá en el caso de que la ganadora resulta Kamala Harris, una defensora de la «agenda progresista» que Milei se ha dedicado a fustigar en los foros internacionales.
Milei tiene en claro que en 2025 resultará vital obtener el apoyo del Fondo Monetario Internacional -donde la influencia estadounidense suele imponerse en el directorio- para llegar con un escenario de calma financiera a las elecciones legislativas de medio término.
En todo caso, el desafío retórico que le quedará a Milei es su súbito cambio de actitud respecto de China, a quien en un inicio calificó como uno de los países con los que no le interesaba relacionarse y de quien, ahora, muestra una predisposición al acercamiento comercial.
Es un giro que no solamente marca una contradicción en el discurso de Milei sino que, además, podría poner una nota de duda a los funcionarios de Washington respecto de qué tan sólida es la fidelidad de Milei cuando se está agravando la «nueva guerra fría».